El 16 de agosto de 1898, publicaba en Madrid Francisco Silvela su artículo España sin pulso comenzándolo con una cita del profeta Isaías, Salmo IV: "Varones ilustres, ¿hasta cuándo seréis de corazón duro? ¿Por qué amáis la vanidad y vais tras la mentira?" Y dice: Quisiéramos oír esas o parecidas palabras brotando de los labios del pueblo; pero no se oye nada: no se percibe agitación en los espíritus, ni movimiento en las gentes... Hay que dejar la mentira y desposarse con la verdad, seguía después; hay que abandonar las vanidades y sujetarse a la realidad, reconstituyendo todos los organismos de la vida nacional sobre los cimientos, modestos, pero firmes, que nuestros medios nos consienten, no sobre las formas huecas de un convencionalismo que, como a nadie engaña, a todos desalienta y burla. Hoy, aunque esta España poco se parece a la del siglo XIX, como ayer la urgencia de la elite de la clase política, de uno y otro signo, sin liderazgos y con los partidos políticos mayoritarios desacreditados, radica en la reparación de la desastrosa economía que tanto les afecta, pero sin que sufra la consolidada estructura pública que les cobija, para, con suerte, y la resignación y la paciencia de la ciudadanía, esperar el retorno del crecimiento y el restablecimiento de la bonanza, dejando la regeneración para mejor momento, soslayando la ponzoña de la corrupción, carcoma de las instituciones y por ende de la deteriorada calidad de nuestra democracia, lastrada, además, por la honda crisis política que se corresponde con la estructura del Estado.

* Doctor ingeniero agrónomo. Licenciado en Derecho