La última semana he tenido que escribir dos "cartas de recomendación" (se llaman así pero en realidad son de "presentación" ante otro profesor o institución): una para una joven recién licenciada y la otra para un doctor con experiencia. Las dos van con destino a sendas universidades australianas. Lo he hecho con sumo gusto por mis alumnos, pero confieso que entristecido, indignado y enrabietado de impotencia. Ambos son inteligentes, trabajadores, responsables, rigurosos y de trato agradable; él, además, es uno de los dos mejores alumnos que he tenido en estos 35 años de actividad docente. No abunda gente así, no. Y tienen que marcharse porque en su país no pueden investigar, no pueden ejercer esa noble tarea que algunos de sus profesores les inculcamos y alimentamos y para la que están altamente cualificados. Y se marchan a producir conocimiento para otro país que no invirtió en su formación. Para más inri, uno se irá con dinero español. Lo más grave de todo, dramático, es que estas fugas pueden y deben ser evitadas incluso en periodos de recesión económica.

La investigación es una función fundamental de la universidad española, y así lo reconoce la LOU, que la cita 72 veces en su texto frente a las 12 de la docencia, pero estas actividades no son excluyentes ni enfrentadas sino que se complementan en una universidad moderna con vocación de excelencia. Por tanto, la investigación no es una opción del profesor universitario, es una obligación pero también un derecho, y por ello las instituciones deben poner los medios necesarios para que se desarrolle con garantías de calidad. Gracias a la sensibilidad de algunos gobernantes y al esfuerzo de muchos vocacionales investigadores, España ha alcanzado una posición de privilegio encaramándose al 9º lugar del mundo en investigación científica y técnica. Como digo, justo es reconocer el esfuerzo de gobernantes e investigadores, más de éstos que de aquéllos, pero de ambos al fin y al cabo. Sin embargo, en los últimos tiempos, y como casi todo en este país, la situación se ha vuelto al revés de lo que sería deseable y lógico (Rajoy diría "como Dios manda") en una universidad moderna. Los recortes en los últimos años son sencillamente escandalosos. Como su detalle supera los límites de este artículo de opinión, el lector interesado puede consultar los datos en http://www.cosce.org/pdf/informe COSCEPGE2013.pdf.

La situación ha alcanzado tal grado de deterioro que, en un hecho sin precedentes, miles de investigadores firmamos el año pasado "La carta abierta por la ciencia en España", que aún hoy sigue teniendo adhesiones, para remitirla a los gobernantes, y la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce) ha denunciado este deterioro ante el presidente del Gobierno. Además, a nivel nacional, es raro que pase un día sin encontrar un artículo de prensa o foro denunciando lo mismo; a nivel local, en la UCO, 162 profesores hemos dirigido una carta al rector reclamando más reconocimiento y sensibilidad hacia la actividad investigadora en relación con el diseño de plantilla. A nivel europeo, 44 laureados con el Premio Nobel remitieron el pasado 23 de octubre otra carta a las autoridades europeas y a los gobiernos de los países miembros haciendo hincapié en la necesidad de apoyar la investigación, a pesar de la crisis económica. Esta carta ha sido respaldada por más de 153.000 personas (más de 19.000 españolas) (http-//www.no-cuts-on-research.eu/).

Las respuestas a estas iniciativas educadas y pacíficas son dispares. La Comisión Europea está debatiendo la ampliación del presupuesto dedicado a investigación en el nuevo periodo 2014-20 a unos 70-80.000 millones de euros (en el 2007-2013 ha sido de 55.000 millones). Parece un camino acertado. Las respuestas del gobierno nacional y del local son también diferentes, un tanto desconcertantes por contradictorias y una especie de larga cambiada que, en el mejor de los casos, tienen mucha retórica para dejar las cosas como estaban, o peor. Por ejemplo, el ministro de Guindos reconoce en el Congreso el problema planteado por Cosce y anuncia su desbloqueo a la vez que el BOE (5/4/13) publica un retraso de 6-12 meses en la resolución de la convocatoria de 2012 de recursos humanos (becas y contratos de investigadores y técnicos); es decir, simple y llanamente se consume una convocatoria.

La investigación, la innovación y el desarrollo pueden y deben ser las bases de una economía sólida y sostenible, perdurable en el tiempo y, por tanto, constituir los cimientos sobre los que se construya el futuro. De ahí que merezca la pena invertir esfuerzos por mantener el sistema de I+D+I al margen de los drásticos recortes. De no ser así y continuar en esta actitud cicatera, la investigación se desmoronará, y recuperarse será un proceso lento, largo y caro, y habremos perdido toda esa inteligencia que hoy se exilia. Nuestros gobernantes están poniendo de manifiesto su miopía magna, no ven más allá de la inmediatez de los votos de las próximas elecciones, pero los profesionales tenemos la obligación de recomendarles gafas, y si no quieren ponérselas tendremos que intervenir de otra manera. De lo contrario, la sociedad y las generaciones actuales y venideras nos demandarán y con razón.

* Académico y catedrático de la

Universidad de Córdoba