Me voy haciendo mayor y aunque me apasiona más imaginar lo venidero (lo pasado ya me lo sé) no es óbice para que tenga nostalgia del jamón, en cesta, que por Navidad ya no me llega. ¿Lo incautarán en mi ex departamento universitario? Mucho lo temo, pues ahora la UCO ha colgado un vídeo de su jefa, en su sesenta aniversario, afirmando "desde el cariño" que siendo becaria los catedráticos la obligábamos (bossing ) a que nos preparara las conferencias. Lógico fuera, creyéndolo cierto y descartado el delirio provecto, que alcanzado el poder nos demoliera: decretó para mí, el tercer encausado, un recorte de un año del salario de emérito: 36.674'92 euros (casi treinta y siete mil, de vellón). Tuve que prescindir del preparador para la oposición de Ana, el máster de Fran y el inglés de Pablo: hat-trick que me quebró el aliento. Mayor Zaragoza dice que los hijos no deben pagar las culpas de sus padres. Los míos --mea culpa -- fueron expoliados. En una sociedad decadente, sería aconsejado no airear la agresión para evitar el regodeo de los que la perpetran; mas de eso se alimenta y fortalece la bestia. No seré yo quien cobije a los villanos.

De la oferta infantil añoro a Chanquete , un pederasta encubierto, que utilizaba el abrir y cerrar el fuelle como metáfora sutil y obscena para que, como con Viridiana , la censura no descubriera el sacrilegio ni la blasfemia. Heidi, fantasía sexual que terminó sobornando con quesos a los maestros para que sus hijos brillaran tanto como ella que, en el sofá del jefe, hizo carrera doctoral. Y a Marco, aquel engendro alegoría del que para ingresar en Medicina hacía las Américas, y luego, sin selectividad, trasladarse a la UCO donde la igualdad de oportunidades brilla por su ausencia.

Asfaltó los patios de los Maristas el jefe de obras públicas, padre de Mendezito, compañero que siendo pollino siempre salía en el "cuadro de honor". Y en la Universidad, la monjita llevaba la chuleta en los pliegues del hábito y sentada abría las piernas y copiaba, luego las juntaba plegándose la falda como un acordeón. Hizo la carrera sin que la pillaran. ¡Nada más que por eso --decían-- merece la matrícula de honor! Es genuinamente hispano aplaudir la excepcionalidad por estridente que sea: "Para chulo, yo, y para puta, mi novia" presume el macarra, y la cordobesa burguesa, por llevar más puntas que la cuerna que su esposo trajo de la sierra.

Roldán, rector, está triste, no más verlo, debe ir al curandero de Guarromán que cura la melancolía. Añora el Colegio Mayor de la Asunción, palacete de Pedralbes cordobés, donde siendo director vivía sin tener que pagar --como todos los directores de ese colegio-- ni el "Don Simón" que bebía. A la democracia transitoria que transigimos y transitamos debemos transparencia y, por cortesía, aceptar la cacería donde la multinacional ofrece sus genéricos para el "Reina Sofía" así como la piscina para tu chalet por la adjudicataria agradecida.

El hierático "asesor fiscal", artificiero de ilusiones, nos trajo con las devoluciones del IRPF el Pilates con el personal training . En España, antaño paraíso del estraperlo, no se considera que defraudar al fisco encierre desdoro; por el contrario, es un orgullo por haber recuperado el desparpajo del mendaz pícaro del siglo de oro. La gestión política se hacía con tarjeta dorada en La Dorada y los güisquis y "güiskisas" en el discreto burdel. Tres habitaciones del hospital público se evacuaban de enfermos para que el Gerifalte con la secretaria despachara, mientras su hija dilataba. Y, con indulgencia de la gerencia, se llevaban para el perro las compresas: cuanto hay en España es de la española cuando besa y del "maricón el último".

Según los mass media , el pueblo español es líder del mundo en corrupción. No descubrirla es hacerse cómplice de ella, callar por ser "políticamente correcto" es asumir la perversión y el "mejor no meneallo" de Sancho, sabiduría para aplicarla al guiso del arroz, pero de falta de hombría o hembría si se hace por miedo a ser perjudicado, a que nos digan que hablamos desde el rencor porque Heidi nunca quiso darnos un queso.

Me voy a descansar, me dijo mi amigo alemán, mañana tengo que trabajar y si yo no rindo no rinde Alemania. Sin apurar dejó la jarra de cerveza en la barra y se marchó. Trabajaba en el aeropuerto de Düsseldorf. Era barrendero.