Definamos cláusula suelo. Es el lugar dónde usted y yo que tenemos hipoteca, nos estrellamos cuando sabemos que el tipo de interés del mercado hipotecario es más bajo de lo que pagamos nosotros en nuestra cuota. Y esto lo sabemos y lo experimentamos cada vez que religiosamente abonamos nuestra cuota. Con lo cual nos estamos estrellando como mínimo todos los meses y durante muchos, muchos años pues los créditos hipotecarios en época de vacas gordas se concedían ad aeternum. Y digo estrellando, porque en buena lógica y justicia, nunca ha tenido ni lógica ni ha sido justa esta cláusula que aunque a alguien le parezca hiperbólico, siempre ha sido una mosca en la tarta del Estado de Derecho y de la buena práctica financiera y comercial. Y ahora, después de dejarse los pellejos en abogados muchos ciudadanos, individualmente y en grupo para luchar contra este abuso contractual en los tribunales de justicia, llega el Tribunal Supremo y como Salomón, o mejor, como un Salomón gore, parte al niño directamente por la mitad sin tener en cuenta quién es la verdadera madre de la criatura, y aquí paz y después no gloria, sino más pingües beneficios para la banca. Y digo esto porque ya me dirá usted cómo demuestra un ciudadanito de a pie e hipotecón, que el banco, donde todo eran sonrisas cuando firmó la hipoteca, le estaba colando la susodicha cláusula suelo, pues uno supone que el dueño del gallinero financiero, (vuelvo a lo mismo) el Estado de Derecho, no va a permitir que la zorra cuide a las gallinas. Pues sí, esto es lo que dice el Supremo que hay que demostrar para quitarnos el suelo de la cláusula, y si alguien lo demuestra, nada de perjuicios con carácter retroactivo. Por tanto, ahora tenemos dos suelos, el de la hipoteca y el de la sentencia del Supremo. Podemos elegir en cuál de los dos podemos estrellarnos primero.

* Publicista