Envejecer, morir" no es el único argumento de la obra, como escribiera Jaime Gil de Biedma, pariente cercano, por cierto, de Esperanza Aguirre, enferma de cáncer y por cuyo paradero nos preguntamos. En medio de las dos terribles palabras del verso de Gil de Biedma, está la enfermedad como una cárcel de la vida. La ya desaparecida Susan Sontag publicó en 1978 un ensayo sobre la metáfora y la enfermedad, en el que se refería a dos enfermedades tan mitificadas como la tuberculosis y el cáncer. Decía Susan que "la enfermedad es la noche de la vida". La tuberculosis, hoy prácticamente desaparecida en el mundo desarrollado, tuvo en su día una aureola maldita y romántica. Enfermedad de poetas, artistas y escritores consumidos por el eros o por el hastío, se decía. Enfermedad tan incomprendida como la del cáncer, para la que todavía no tenemos remedios infalibles, pese a los avances de la ciencia médica. La destrucción solitaria, tan bien contada por el Ivan Ilych de Tolstoi o en la novela Pabellón del cáncer de su compatriota Solzhenitsyn.

En otros tiempos las enfermedades epidémicas y de procedencia desconocida, como la peste, la sífilis o la tuberculosis siempre eran atribuidas a causas sobrenaturales, como si fuera la mano justiciera de un Dios terrible la que ejecutara la pandemia para castigo de los pecadores. En nuestra sociedad descreida tal castigo solemos atribuirlo a la naturaleza, por la polución y agotamiento del medio ambiente, el imprudente uso de productos químicos y sustancias radiactivas. La enfermedad, como un mal premio de la lotería del destino, te toca porque sí o por la herencia, vía código genético, de algún cercano o remoto antepasado. En el caso del tabaco, ya está señalado claramente el culpable homicida. Lo que te deja perplejo es que se desarrolle un cáncer de pulmón en una persona que no ha fumado en toda su vida. He visto casos, incluso en el mundo rural, ambientes sanos, alimentos sanos y dietas casi ascéticas.

En vano intentamos buscar las causas de ese mal premio de la lotería del destino, cuando se trata de un niño, de un adolescente o de un joven en plena floración de la vida. Dylan Thomas, el poeta irlandés, se revelaba contra la agonía de la luz en el poema Y la muerte no tendrá dominio . Bello apunte para su biografía literaria, del que debió acordarse cuando en la noche del 4 de noviembre de 1953, al terminar su cuarta gira por Estados Unidos, se sintió tan mal que optó por beberse dieciocho whiskyes puros, cayó en el delirium tremens y murió diciéndole a su acompañante : "Te amo, pero estoy solo".

En ocasiones en las que he debido estar de acompañante en la habitación de un hospital, he podido observar no sólo el contraste entre aquel mundo de la casa del dolor y el mundo exterior, sino la relatividad del tiempo y del espacio en las largas horas que pasas allí, contemplando el sufrimiento ajeno. Por mucho que entendamos el final de la vida como la simple aplicación arbitraria de una ley biológica, acabamos por utilizar fórmulas de encubrimiento, como la fé, en ese momento final y desolado ante el que Dylan Thomas sólo supo decir: "Te amo, pero estoy solo". Así me sentí yo en los días en los que estuve hospitalizado en Reina Sofía, donde acabaron descubriéndome un enfisema pulmonar que me condena, no sé si de por vida, al oxígeno medicinal. Son numerosos los casos de suicidio que se producen cada día por culpa de la tensión extrema de alguna enfermedad incurable, de un desamor, de cualquier estropicio del alma o del cuerpo. Ante un caso de desesperación extrema poco o casi nada puede hacerse. La muerte es cotidiana compañera de la vida. Dentro de poco llegará el verano y no dejaremos de ver cómo se cumplen las trágicas rutinas de estas fechas: accidentes de tráfico, que, aunque se hayan reducido, en el estío del placer crecerán al ritmo de las vacaciones. Pateras a la deriva en el cementerio marino que, al llegar el solsticio de verano, acuden en masa por la necesidad de la pobreza.

Decía Elías Canetti: "Estudiar todas las maldiciones. De este modo sabrá uno lo que aún tiene que venir".

* Poeta