Esta semana, estos días, este domingo, se celebra el Día del Seminario, corazón de la diócesis, con el lema "Sé de quién me he fiado", una jornada para dirigir la mirada hasta el viejo caserón de san Pelagio, donde se encuentra la sede de lo seminaristas mayores, 51 actualmente, junto a los 33 chicos del Seminario menor. Durante diez días, los seminaristas han recorrido la capital y los pueblos para explicar en vivo y en directo lo que es y lo que significa el Seminario y el sacerdocio. Han visitado los niños de la catequesis, han hablado en las eucaristías de nuestra parroquias. Les vemos jóvenes, ilusionados, convencidos de su vocación, empapados de unos ideales que quieren transmitir a la comunidad eclesial con sencillez y encanto. Son conscientes de que el Seminario es una comunidad en camino hacia el servicio sacerdotal. Saben perfectamente que quien quiera ser sacerdote debe ser sobre todo un "hombre de Dios", como lo describe san Pablo. Y dedican horas y horas al estudio, porque, como les dijera Benedicto XVI en su carta a los seminaristas de todo el mundo, en octubre del 2010, el tiempo del Seminario es también, y sobre todo, tiempo de estudio. La fe cristiana tiene una dimensión racional e intelectual esencial. Sin esta dimensión, no sería ella misma. "Una de las tareas principales de los años de Seminario, les decía el ya Papa emérito, es capacitaros para dar razones de vuestra esperanza. Estudiad con tesón; aprovechad los años de estudio; no os arrepentiréis. Es importante conocer a fondo la Sagrada Escritura en su totalidad, conocer a los padres y a los grandes concilios". Benedicto XVI insistía tambien en aprovechar los años del Seminario como un periodo de maduración humana. Los seminaristas nos tienden sus manos para el saludo y para el abrazo, a la par que nos piden un latido de amor y una aportación generosa para su formación sacerdotal.

* Sacerdote y periodista