Hay pocas cosas que te acerquen tanto a la realidad de otra mujer que no seas tú como el que ambas seáis trabajadoras fuera de casa y madres. En ese caso, dará igual los diversos ámbitos en los que desarrolléis vuestra labor, que no os parezcáis en nada ni que tengáis nada en común. Si estos dos aspectos se dan en otra mujer ten por segura que tendréis las mismas dudas, las mismas inquietudes, las mismas prisas e idénticos sentimientos de algo bastante parecido a la culpa --en el sentido más bíblico del término--. El complejo sabor de boca que te produce la coincidencia del desarrollo profesional y maternal no deja de ser, en el mejor de los casos, terriblemente angustioso. Imagino que un padre trabajador en la actualidad sentirá algo parecido.

Digo 'imagino' porque no soy un hombre, esto es evidente. También lo es que no podemos construir nada interesante en contra de la mitad de la población sea cual sea su género --una estrategia bastante torpe o resentida, por cierto, que personalmente no me interesa lo más mínimo--. Pero aunque muchos hombres se implican en la corresponsabilidad para que salgan adelante sus familias tengo la impresión de que ellos viven la paternidad de otro modo cuando trabajan. Creo que no tienen esa carga histórica, moral ni social que coloca continuamente a una mujer-madre-trabajadora en un estado de cierta 'sospecha' que te criminaliza en parte por no dedicarle el ciento veinte por cien de tu tiempo a tus hijos. Cuando los padres se entregan a los hijos parecen estar haciendo un enorme favor a la madre y con ella a todo el colectivo social (se convierten en verdaderos ídolos); cuando tú te entregas a tu trabajo siendo madre debes saber que estarás bajo el recelo público de traicionar a toda la familia, a todo el sistema: tu condición se acerca al de una villana. Este fenómeno lo describo sin animadversión, no creo que haya culpables pero sí personas que tienen la responsabilidad de facilitar que todos y todas podamos desarrollarnos como individuos y padres si así lo decidimos, sin entrar en conflicto con nosotros mismos. La culpa es un sentimiento muy pesado para arrastrarlo en una sociedad y en un momento en el que conservar un trabajo para tus hijos (sea cual sea tu género) ya es una odisea suficientemente inhóspita como para establecer criterios de valor añadidos. En realidad, el 8 de marzo debería ser "El día de la mujer con contrato digno" porque lo que es trabajar siempre hemos trabajado, y mucho. Eso sí, en espacios más inofensivos por ser privados, espacios como el hogar en los que si estabas desarrollando tareas que te impedían estar al cien por cien con tus hijos (lavar, planchar, limpiar, etcétera) no suponía una agresión para nadie porque estabas en el sitio 'correcto': el invisible.

Hoy en día, en un momento en el que el sistema parece estar columpiándose en un precipicio hay que ser fuertes y solidarios entre géneros. La culpa es un rol a superar con la ayuda de toda la sociedad y a nosotras nos queda la ardua tarea de asumir que puedes ser una mujer completa: una mujer que ama a sus hijos y que ama su trabajo con pasión. Por ello, feliz día a todas y todos los que trabajáis por la igualdad real y efectiva; sobre todo a las personas comprometidas que lo hacéis todo un poquito más fácil.

* Artista plástica, profesora de Universidad y miembro de EQUO