Cavilando me dejó el comentario que me hizo mi amigo Adriano al artículo que escribí hace dos semanas sobre la política sobre-cogedora . En facebook escribió: "¡Yo tengo la solución! En lugar de votar políticos cuya moral y ética desconocemos o partidos políticos que incumplen íntegramente sus programas electorales, votemos con DNI electrónico las propuestas importantes que se hacen en el Senado, el Congreso, etcétera. ¿Qué os parece? ¿Soy un genio o no?" Pues sí, sí que lo es. Y un gran amigo.

Pero a lo que voy: pasado un tiempo (no demasiado) para asimilar la genialidad, me di cuenta de que las cosas no son tan fáciles. Por ejemplo hay que montar todo un dispositivo gigantesco para realizar cientos de pequeños referendos semanales o mensuales para las leyes nacionales y autonómicas o para las ordenanzas municipales, aunque, por ejemplo, los suizos parecen acostumbrados a este trote electoral y votan hasta cuestiones realmente absurdas. En segundo término, sería difícil convocar a todos los españoles a votar, por poner un caso, una compleja ley de comercio marítimo internacional, ya que sería muy difícil informar al ciudadano para que pudiera emitir un juicio sobre algo tan técnico. Además, está el problema de la brecha digital (los que no controlan internet se convertirían en unos ciudadanos de segunda), la posibilidad de manipulación por parte de grupos interesados y, sobre todo, el que la democracia asamblearia llevada al último extremo también tiene problemas extremos. Que se lo pregunten si no a los propios inventores de la democracia, los atenienses.

Todo, todo, todo, no se puede.

Pero sí es cierto que para cuestiones graves podrían realizarse consultas con algún carácter vinculante a los ciudadanos directamente a través de su DNI, hacer listas abiertas, obligar a que dos veces por semana los representantes del pueblo estén obligados a atender a sus electores en su distrito, fiscalizar de forma independiente y profesional a los partidos, limitar los donativos y que éstos sean públicos, prohibir que los bancos les condonen las deudas (me pregunto a cuántos ciudadanos asfixiados los bancos son tan generosos con ellos), una supervisión independiente de los contratos públicos y adjudicaciones a precio de mercado (y no infladas por sistema un 30%), una ley de transparencia como Dios manda, tipificar como delito la financiación ilegal de los partidos (lo mismo que es delito la financiación ilegal de cualquier otra cosa), control popular de las recalificaciones y operaciones urbanísticas... Ya ven que hay materia para regenerar y perfeccionar la democracia. Y si todo no se puede, algo o, mejor dicho, bastante, sí que es posible... Otra cosa es que los que pueden hacerlo no tengan la más mínima gana.