Dónde habré visto esa película?" Se preguntarían los que oteando en el cielo un asteroide, se llevaron un mayúsculo susto al comprobar cómo otro más pequeño se les adelantaba por la retaguardia. Pasó de largo el más grande, del tamaño de un bloque de pisos de protección oficial. Pero el segundo se estrellaba en los Urales, en lo ignoto de una población escasa y alejada, para corroborar que las marcianadas radiactivas siempre comienzan oliendo a mazorcas o a vino de pitarra.

El aerolito escondido casi describe la parábola de la Administración local: encomendándose a todos los santos por la deriva de la política grande cuando la que puede estallar es la más epidérmica y cercana a los ciudadanos.

Los municipios no han sido ajenos a esa becerrada áurica, compitiendo por levantar edificios emblemáticos en solares donde pronto retornarían los jaramagos. Y para las fiestas patronales, nada de tractores amarillos, que eran los Rolling los que estaban en la lista de espera para tocar en el pueblo..

El anteproyecto de reforma es un auténtico zarandeo a la tercera pata de la Administración territorial. Es acertado avanzar en una senda armonizadora para que las paellas de Villarriba no tripliquen el coste de las de Villabajo. La cohesión siempre ha sido un buen antídoto contra los dispendios y la vertebración que ofrecen las diputaciones se ha demostrado que puede ser un ejercicio de eficiencia en competencias aisladamente inabordables. Pero para que sean efectivas estas medidas hay que apoyar de una puñetera vez a la Administración chiquita, esa infantería que se encuentra los problemas de la ciudadanía en la cola del pan. La regeneración de la Administración local pasa por no confundir autonomía con opacidad, ni voluntarismo con pretenciosidad. Pero no basta con que la vis vocacional se teste en un ajuste de los salarios. También se precisa conjugar dignificación con el compromiso de evitar que sea un caladero de mediocres.

* Abogado