Con la democracia recién recuperada tras cuarenta años de dictadura, en la sociedad española no encajaba que se pusiese en duda la honorabilidad de los políticos. Vivíamos la primavera de la libertad y de los derechos durante tanto tiempo secuestrados y teníamos muy cerca el testimonio de mujeres y hombres cuyo arriesgado compromiso político fue determinante. Hoy, lamentablemente, la situación es justo la contraria porque una buena parte de la ciudadanía siente desafección por la política.

Casos de corrupción que denigran la política, unido a que coinciden con una crisis económica y financiera brutal que ha llevado a una crisis social de proporciones dramáticas, sobre todo en cuanto al desempleo que asfixia y empobrece a miles de familias, han precipitado una crisis política tal, que la duda no es ya duda sino incredulidad ante la política, como reflejan innumerables encuestas.

Por ello es necesario, y urgente, que nos exijamos un marco de transparencia integral para que la política recupere el crédito que nunca debió de perder. Y uno de los peldaños de la escalera que es obligado subir en aras de la calidad democrática es el de la transparencia personal de los responsables políticos. Se trata, por tanto, de hacerla efectiva con el máximo rigor a través de mecanismos como la declaración del impuesto sobre la renta de la unidad familiar, las declaraciones de bienes o mediante cualquier otro sistema que mejore los anteriores.

De hecho, desde el PSOE consideramos un paso necesario pero no suficiente la publicación de la declaración de la renta por parte de dirigentes políticos y responsables institucionales. Es preciso, por tanto, ir más allá y establecer mecanismos de transparencia colectiva.

Unos mecanismos que han de ser de aplicación universal por los grupos políticos de ayuntamientos y diputaciones y por los grupos parlamentarios, pues todos ellos reciben dinero público para desarrollar su actividad. También, para la transparencia integral de los partidos políticos.

Lo crucial para nuestra democracia, y ante el hartazgo ciudadano que también compartimos la inmensa la mayoría de los políticos, es que nuestro país quizás está exigiendo un cambio en la ley de financiación de los partidos políticos en la dirección de la transparencia que caracteriza al modelo estadounidense.

La política está seriamente dañada cuando existen ciudadanos tan indignados y desencantados que no tienen esperanzas de que haya algo que sirva realmente contra el engaño y la corrupción. Por eso, ser transparentes es solo una parte de la tarea. Lo que la ciudadanía está exigiendo hoy a la política es coherencia y pulso ético en las actuaciones y sentir que la democracia es útil todos los días.

* Secretario general del PSOE-A de Córdoba