El Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (Egopa), elaborado por la Universidad de Granada, confirmó ayer la tímida recuperación del PSOE-A, que volvería a ser el partido más votado en Andalucía aunque cae ligeramente con respecto al 25-M; el hundimiento del PP-A, que baja seis puntos cuando aún no ha transcurrido ni un año de las elecciones autonómicas; así como el ascenso de IU, una de las formaciones que más crece, y UPyD, que incluso podría lograr representación parlamentaria. Los recortes de Mariano Rajoy y el cambio de líder continúan pasando factura a los populares andaluces que han perdido en muy poco tiempo toda su ventaja con respecto a los socialistas, atenazados hace sólo unos meses por la crisis, el paro y el caso de los ERE.

UNA REALIDAD PREOCUPANTE

Pero este sondeo advierte de una realidad mucho más preocupante para el conjunto de los partidos. Al igual que ya apuntara el Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) en diciembre pasado, el Egopa también corrobora el profundo malestar de los ciudadanos, y concretamente de los andaluces, con la política y sus dirigentes.

Esta situación ha dejado de ser ya algo puntual para convertirse en una tendencia sumamente inquietante para los grupos políticos e incluso para la democracia. El 80,7 por ciento declara su insatisfacción con el funcionamiento de la democracia y el 77,3 por ciento de los andaluces no se siente identificado con ningún partido, según el sondeo conocido ayer.

No es cuestión de querer alarmar ni de dejarse arrastrar por el pesimismo, pero los datos son lo suficientemente contundentes como para estar preocupados. Un desencanto que se refleja en los niveles de participación de los ciudadanos en las elecciones: si hoy hubiera comicios en Andalucía, sólo votaría el 53 por ciento, el dato más bajo de toda la historia.

CRISIS Y CONFIANZA

La crisis y la gestión de ésta (todos los gobiernos han reclamado a la sociedad enormes sacrificios sin que todavía se vea el final de este calvario) han hundido la confianza de los ciudadanos en la política. Y los partidos no pueden consentir que este sentimiento siga calando en la opinión pública, porque entonces ya no sólo estará en juego la victoria de tal o cual partido: la gente está comenzando a cuestionar el funcionamiento de la propia democracia.

Desde luego, los últimos escándalos de corrupción y la falta de respuesta ante los mismos no ayudan a conectar con una ciudadanía necesitada de soluciones frente a una crisis que durante estos cinco años ha mermado considerablemente el nivel de vida de muchos andaluces.