Anoche se produjo un hecho histórico para los católicos cordobeses y para la provincia: llegó a Córdoba, históricamente tierra de santos y mártires, una de las imágenes más sagradas para el Oriente de Europa, el icono de la Virgen de Czestochowa, patrona de Polonia (léase Chenstojova).

En efecto, la imagen arribó a la parroquia de San Nicolás, donde se le dio la bienvenida rezando el santo Rosario, y de donde parte hoy a mediodía tras oficiarse dos eucaristías. Su llegada se enmarca en el transcurso de una peregrinación ecuménica organizada por cristianos católicos y ortodoxos, denominada "De Océano a Océano", que desde mediados del año pasado recorre toda Asia y Europa, desde Vladivostok, en el Pacífico, hasta Fátima, en el Atlántico. Con el objetivo primordial de defender, frente al materialismo capitalista y de todo tipo, la vida, la familia y los valores del amor y del cristianismo, uniendo para ello a hermanos católicos y ortodoxos a través de la Madre de Dios.

Nuestra Señora de Czestochowa es una de las reliquias más sagradas del cristianismo, muy reconocida en toda Europa, una sagrada imagen venerada tanto por católicos como ortodoxos, protectora de los valores nacionales y familiares, de la maternidad y de la infancia, considerada por la Iglesia católica Maryja KrólowaPolski, o sea, María Reina de Polonia. Está documentado que la imagen fue donada al monasterio de JasnaGora (Montaña Brillante) por el príncipe polaco Wladyslaw (Ladislao) de Opole en el año 1382, que lo había recibido como regalo de bodas en la actual localidad ucraniana de Belz, procedente de Rusia. Antes, su origen histórico está en Constantinopla, previamente al Cisma de Oriente y Occidente.

No en vano es uno de los iconos ortodoxos más antiguos que se conocen, perteneciente a la llamada escuela de Lucas, que la tradición considera realizado por el propio San Lucas; en cualquier caso un icono antiquísimo y de gran valor y fuerza espiritual, conocido entre los ortodoxos como "Victoria Invencible", en cuyo honor se canta, precisamente, el himno "Reina Victoriosa".

Para la católica Polonia, nación centroeuropea maltratada por sus vecinos y borrada del mapa entre finales del siglo XVIII y principios del XX, Nuestra Señora de Czestochowa, "la Virgen Negra", es todo un símbolo nacional, además de religioso, equivalente de alguna forma, para nosotros, como españoles, a la Virgen de Covadonga o la Virgen del Pilar, muy milagrosa, directamente ligada a acontecimientos patrióticos en que la propia existencia del pueblo polaco estuvo en entredicho. Prueba de ello son las heridas que muestra el icono: varios cortes en el cuello y la cara de la Virgen, provocados por sendos ataques, el primero por una flecha tártara musulmana en el siglo XIV y el segundo por una espada hereje husita en el siglo XV. Cortes que al parecer reaparecen siempre, a pesar de varias restauraciones, y que para los cristianos representan una elocuente invitación a entregar la vida si es necesario para defender sus principios, sus valores y su fe.

Así, y sobre todo, la Virgen Negra animó, inspiró y salvó a los polacos durante el asedio al monasterio de JasnaGora en el año 1655, en que ejércitos suecos luteranos extremadamente superiores en número a los polacos que defendían el santuario, fueron finalmente derrotados, tal y como describe magistralmente el premio nobel de literatura Henryk Sienkiewicz en su deliciosa novela El Diluvio . Más recientemente, la imagen, venerada especialmente por Juan Pablo II, que la visitó en su primer viaje a Polonia en 1979, se consideró un símbolo de refugio, unidad y libertad de todos los polacos frente al régimen dictatorial comunista que soportó Polonia entre 1948 y 1988, considerándose a la Virgen de Czestochowa como la que liberó al Este de Europa del ateísmo socialista.

* Profesor de Historia, especialistaen Europa centro-oriental