Por si alguien tenía alguna duda de la función promocional de la cultura en todos sus aspectos, o de que aparte de manantial de placer para el espíritu y los sentidos puede ser, bien gestionada, motor económico de una ciudad, ayer se produjo una prueba contundente. Fue en Madrid, en la inauguración de Fitur, la Feria Internacional de Turismo, donde una representación de Córdoba y Málaga presentó a lo grande la exposición sobre Julio Romero de Torres que se celebrará en la ciudad de la Costa del Sol entre el 19 de abril y el 8 de septiembre. Un largo periodo, teniendo en cuenta que las muestras pictóricas no suelen durar tanto, ni siquiera las de mayor proyección mediática, que da idea del tirón popular del artista cordobés, crecido contra el viento de los años y la marea de los críticos que ni en su época ni ahora acaban de aceptar su obra.

Dado que el marco de la presentación era claramente comercial, nadie se puso ayer estupendo --en el mundo de la cultura hay quienes exigen que todos seamos sublimes sin interrupción-- ni tuvo reparos en reconocer lo evidente. Es decir, que la exposición del Museo Carmen Thyssen, donde se exhibirá una treintena de cuadros gracias en parte a la colaboración del museo cordobés, es una oportunidad de oro para atraer visitas a ambos centros y, como consecuencia, a las dos ciudades. Y más ahora, que por fin han abaratado (un poquito) el billete del AVE.

La misma idea se repetirá mañana en el marco ferial, cuando el alcalde de Córdoba presente nuestros patios, adornados ya con el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y otras ofertas como la Semana Santa, festivales y rutas que cabalgan entre el paisaje turístico y el cultural. Dos mundos que pueden y deben ir juntos, sin complejos.