Los periodistas cordobeses celebrábamos ayer la fiesta de nuestro patrono, san Francisco de Sales, aquel obispo que escribía como un ángel y que tuvo la ocurrencia de redactar unas hojas clandestinas y meterlas por debajo de las puertas, de noche.

Quizás por este gesto, audaz sin duda, se ganó el premio "patrono de los periodistas". Hace ya más de veinte años, Juan Pablo II afirmaba: "El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad, transformándola en una aldea global. Los Medios de Comunicación Social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo para comportamientos individuales, familiares y sociales. Las nuevas generaciones, sobre todo, crecen en un mundo condicionado por estos medios. Quizás se ha descuidado un poco este areópago. Ya mi predecesor Pablo VI decía que 'la ruptura entre Evangelio y cultura es, sin duda, el drama de nuestro tiempo'. Y en el campo de la comunicación actual se confirma plenamente este juicio".

Es cierto, los medios son hoy los grandes areópagos. La gente busca en ellos y espera de nosotros: información, opinión, amenidad, diversión, variedad, entretenimiento... Quizás, en el fondo, lo que todos buscamos es "saber lo que pasa, por qué pasa lo que pasa y por qué no pasa lo que tiene que pasar". De ahí, la misión tan importante de los periodistas: anunciar, denunciar e iluminar horizontes para la construcción de una sociedad mejor. Ya lo decía el querido compañero Lolo, que está en los altares, en aquel hermoso decálogo de los periodistas, que nos dejara como hermoso testamento: "Cuando escribas, lo has de hacer: de rodillas, para amar; sentado, para juzgar; erguido y poderoso, para combatir y sembrar". Periódicos, emisoras, pantallas de cine, televisión e internet son el primer areópago.

* Periodista