Ahora hace un año recibí del Diario CORDOBA invitación para expresar opinión a través de una columna semanal que decidí llamar intencionadamente La azotea . Ningún compromiso entre partes. Ningún límite a la expresión, salvo los 1.900 caracteres de su espacio. Ningún temario inútil al hermoso entramado constitucional.

Por ello, lo que en principio acepté como reto a una vida dedicada al servicio publico, el tiempo transcurrido y el favor de tantos lectores la ha convertido en aventura intelectual. Es la aventura de opinar sin ataduras desde la independencia que proporciona el peso del pasado más que la esperanza de futuro. Y un fervor sin límites por la libertad que sincroniza con un medio cuyas coordenadas de opinión e información se asientan firmemente en el contraste y el debate constante.

Y no es baladí insistir sobre la libertad, porque aun siendo valor superior de los contenidos en la Constitución, resulta bien escaso, débil, de mantenimiento costoso. Siempre envidiada o atacada, despreciada o ensalzada por quienes solo pueden temer su implantación. Es una e indivisible, individual y colectiva, deseada cuando no existe y a veces desestimada cuando se posee.

Si como dice Levi-Montalcini, el más alto grado de evolución darwiniana es discernir entre el bien y el mal, el de convivencia civilizada es la libertad como estadio superior de la vida del hombre en sociedad. Se manifiesta de mil formas y exigencias, pero en democracia, que tiene el suelo de libertad, la prensa es su artillería.

Por eso, cuando nuestra democracia se ve atacada y debilitada entre oscuros vericuetos que manejan profesionales de las emociones y la alejan de los sabios que quieren razones; cuando tantos enemigos del libre pensamiento y su expresión, pretenden colocarnos el bozal o la mordaza para ocultar su inicua corrupción moral, la prensa es el santuario de la libertad

* Ldo. Ciencias Políticas