La UE necesita una reforma profunda. De ello no hay ninguna duda, como se encarga de demostrar diariamente la crisis del euro. En esto, David Cameron lleva toda la razón y le sirve para anunciar el referendo sobre la permanencia del Reino Unido, aunque sea un anuncio atado a la conjunción, no muy probable, de muchos supuestos.

El recurso a Winston Churchill y el recuerdo de una Europa recién salida de una guerra hecho ayer por el líder conservador en su esperado y tantas veces aplazado discurso no esconde la razón de fondo, que es menos europea de como la presenta. De lo que trata el anuncio es de dar satisfacción a la ruidosa ala más antieuropeísta de su formación, y evitar la sangría de votos hacia un partido en ascenso, el Ukip, cuyo único objetivo es el de sacar al Reino Unido de la UE.

Es cierto que el antieuropeísmo británico es sólido. Siempre ha existido, pero al final los sondeos acaban demostrando que el europeísmo se alza sobre el griterío de quienes juegan con el aislacionismo y la insularidad. La actual falta de unión política ya es fruto en buena parte de la tibieza británica. Cameron no puede someter a la UE a una especie de chantaje como el que propone cuando plantea demandas inasumibles. La Europa a la carta que reclama no puede existir, como ya se han encargado de recordarle varios dirigentes europeos. Europa acabó con Margaret Thatcher y John Major, los dos últimos conservadores en Downing Street. Cameron no debe olvidarlo.