Ya los últimos días fueron duros. Seguíamos confiando en que la tozudez que la caracterizaba la mantuviera aferrada a la vida. Pero no fue así. Hoy, Araceli Carrillo ya no está. La sonrisa cómplice de Araceli ya no nos envía su mensaje, alegre, entusiasta, optimista y socialista hasta el final. Conocí a Araceli cuando compartimos candidatura a las elecciones andaluzas en 2004. Me sorprendió su vitalidad y su cabeza 'bien amueblada' y siempre orientada a la educación: todas las conversaciones acababan en la importancia de la educación. ¡Cuánta razón llevaba, cuánta enseñanzas nos deja!

A lo largo de esos cuatro años de trabajo intenso, crecí políticamente con ella. Era como mi hermana en política. Hermana, porque sus experiencias en la vida le valían para tener respuesta cuando le pedías consejo. Respetuosa, con la madurez que da la vida, con esa manera tan propia de gesticular, lo que la hacía más convincente.

Y en política, porque su compromiso con el partido estaba por encima de todo. Su honradez, su capacidad de trabajo, la defensa a ultranza de aquello en lo que creía: el servicio público. Se dice que a la familia biológica no se la elige, te toca. Para mí, mi partido es mi segunda familia, a la que yo elegí o que me eligió a mí, no sé. Lo cierto es que me dio la mejor hermana que pude tener. El vacío que me deja su persona no tiene hoy consuelo. Ahora toca seguir su ejemplo y, aunque sé que me costará, disfrutar de los buenos momentos, como Araceli hizo hasta el final.

*Delegada del Gobierno de la Junta en Córdoba