Uno de los libros más importantes, que se han escrito sobre política, lo escribió un florentino que se llamaba Nicolás Maquiavelo. El libro lleva como título El Príncipe . El libro es importante, no porque proponga a los políticos modos de proceder ejemplares, sino porque explica cuáles son las maneras eficaces de conseguir y mantener el poder. Maquiavelo no se propone explicar cuál es la razón de ser y la finalidad del poder político. El poder político es un fin en sí mismo. No sirve para otra cosa ulterior. Todas las demás cosas sirven para conseguir y mantener el poder. El poder político es el valor supremo. Su finalidad termina en sí mismo. Este es el pensamiento de Maquiavelo. Nada ejemplarizante, pero muy clarificante para comprender el juego de alianzas, de oposiciones, de declaraciones públicas que tienen lugar en el ámbito de la política.

Una de las frases clarificadoras de Maquiavelo es cuando dice: no es importante que el Príncipe sea religioso, es importante que el pueblo crea que el Príncipe es religioso. Efectivamente, hace unos años, no fue importante si Iraq tenía o no tenía armas de destrucción masiva. Lo importante fue que el pueblo creyese que Iraq tenía armas de destrucción masiva. Las tuviese o no las tuviese si el pueblo creía que las tenía la opinión pública aprobaría el inicio de las operaciones militares. Luego resultó que las armas de destrucción masiva no aparecieron por ningún lado. Pero la intervención militar ya estaba hecha. El objetivo geopolítico de dominación sobre el medio oriente se había conseguido. En política no es importante la verdad de lo que se afirma, lo importente es que la gente crea que lo que se afirma es verdad. Repito, nada ejemplarizante, pero real.

En el otro extremo, absolutamente contradictorio con el pensamiento de Maquiavelo, se sitúa el pensamiento de Jesús de Nazaret. Para él lo importante no es lo que la gente piensa del dirigente, sino lo que el dirigente es. El hilo conductor de sus diferencias y de sus debates con los teólogos de la época (los escribas) y con los conservadores tradicionalistas (los fariseos), es precisamente la coherencia o incoherencia entre la apariencia pública y la verdad interior. Cuando deis limosna no lo hagáis para que los demás crean que sois generosos. Lo importante no es que los demás crean que sois generosos, sino que lo seáis aunque los demás lo ignoren. Cuando recéis no lo hagáis delante de la gente, para que crean que sois religiosos. No declaréis obligatorio para los demás lo que vosotros mismos no hacéis. Si hubiéramos de sintetizar la ética de Jesús en unos cuantos enunciados, éste no sería el único, pero sería fundamental: coherencia entre lo que se aparenta, y lo que se es.

Entre estos dos extremos de pensamiento se mueven los dirigentes sociales. Dirigentes sociales los hay de muchos tipos. Por ejemplo dirigentes intelectuales: todos los que estamos en el ámbito de la docencia. El profesor, sea de primaria, de secundaria o de Universidad, está colocado en un puesto en el que es observado y estudiado por toda la clase. Imparte unos contenidos, los que sean, de Matemáticas, de Geografía, de Química o de Economía. Pone de manifiesto día tras día un estilo de comportamiento. Los estudiantes, sean niños, sean adolescentes, sean jóvenes universitarios no solamente se enteran de lo que dice, perciben gradualmente un modo de ser. No solamente lo que dice el profesor, sino además lo que tiene dentro. El profesor transmite algo más que lo que tiene (los conocimientos), transmite además lo que es.

Otro tipo de dirigentes son los clérigos. En principio tienen la misión de ejercer un liderazgo espiritual en la sociedad. En una sociedad mayoritariamente cristiana, como la nuestra, este liderazgo espiritual está vinculado a la palabra y persona de Jesús de Nazaret. En este caso, la coherencia entre lo que se dice y lo que se es tiene una trascendencia fundamental. No tiene sentido predicar la pobreza de Jesús, y buscar el enriquecimiento personal. No tiene sentido predicar que el Reino de Jesús no es de ese mundo, y establecerse en posiciones de poder. No tiene sentido predicar la caridad con el prójimo, y actuar desde posiciones egoístas.

Por último, los dirigentes políticos. Se ha puesto de moda hablar del márketing político, del cultivo de la imagen. Ha nacido una nueva profesión: los asesores de imagen. De una forma o de otra se está dando importancia a lo que se aparenta ser. Con demasiada frecuencia, escuchando las declaraciones de los políticos, tengo la impresión de que no están diciendo lo que piensan, sino lo que ellos desean que yo crea que piensan.

*Profesor jesuita