Al escribir esta carta, apenas cuatro letras que le escribo con cariño desde su condición de padre y como tal imagino que querrá lo mejor para sus hijos. Por eso mismo, explíqueles, por favor, explíqueles que un buen día tuvo la genial idea de hacer de España un nido de corrupción, de plantar la semilla del retroceso para ser educados en una sociedad sin futuro dentro de su país. Coménteles lo importante que es aprender idiomas, pues tendrán que salir de España para labrarse un futuro, pues en España no hay España, ni patria, ni bandera, tampoco escudo más allá del que lucen las selecciones nacionales en competiciones deportivas. Cuénteles cómo un día sacó la tijera para hacer al pobre un poco más pobre y al rico un poco más rico. Describa cómo destrozó la cultura y se enrocó en una reforma educativa que paralizaría por completo la capacidad de ser competitivos. Sé que, como buen padre, desea lo mejor para sus hijos, lo mejor para los hijos de los españoles a los que gobierna por obra y gracia de una democracia ficticia. Estimado señor presidente, vaya preparándose para despedir a sus hijos una vez al mes (con suerte) en el aeropuerto, a medida que vayan creciendo, pues España es un desierto, como dice el chiste, el norte de Africa, en eso se está convirtiendo este país que usted y sus amigos dirigen de manera tan brillante y al unísono. Jáctese de protagonizar el próximo anuncio de Campofrío para su campaña navideña de 2013. Es difícil, gobernar para todos, es difícil, pero mucho más difícil es gobernar para nadie más que para uno mismo y usted lo está consiguiendo. Mire a sus hijos, piense en ellos, piense que usted está de paso y que su legado quedará recogido en la historia de una manera u otra. Y no me cuente, por favor, no me cuente que heredó un país arruinado, no le cuente a sus hijos que en política hay unos malos y unos buenos, la política no es una historia de indios y vaqueros, por más que entre unos y otros intenten hacernos creer tal cosa.

Ya sabemos de qué va la vaina y conocemos por sus hechos los grandes profesionales que son en el arte de la oratoria y el cinismo. Imagino que no es ése el ejemplo que quiere dar a sus hijos. Imagino que algún día tendrá que contarles cómo torpedeó su futuro e hizo oídos sordos respecto a la voz del pueblo en la calle. Y no nos hable más de futuro. Ese futuro al que tantas veces nos remite. Ese futuro del que con tanta irresponsabilidad se habla desde su gobierno. Qué futuro, qué futuro.

* Gestor cultural