No es la primera vez que un párroco descuelga un cuadro de la parroquia para venderlo, pero sí es la primera que un intento de tal venta levanta revuelo nacional, repercusión mediática e interés internacional. Ha ocurrido cuando el párroco de la iglesia de Quesada, muy cerquita de Cazorla, en Jaén, ha abierto en Internet una subasta para la enajenación del cuadro que representa a San Pedro y San Pablo y que su autor, Rafael Zabaleta, había donado a la parroquia en 1940. Dos curiosidades pueden señalarse en relación al cuadro: primera, que si éste no es el único cuadro de motivo religioso en el pintor de los campesinos de las manos embastecidas por el duro trabajo --no recordamos otro-- al menos es muy raro en la obra del pintor (que puede conocerse en el "Museo Zabaleta", donde cuelgan más de cien cuadros y cientos de dibujos suyos junto a algunas obras de ilustres amigos suyos, como Picasso y Miró); la segunda es que lo donó a la parroquia como muestra de agradecimiento porque lo dejaran inspirarse y trabajar en el huerto anejo. Es decir, seguramente lo pintó ex profeso para la iglesia de su pueblo y lo donó para que se perpetuara en ella.

Lo escandaloso del intento de venta por parte del párroco no es que lo haya hecho sin autorización del obispo --que por lo que sigue, no podría o no debería darla nunca--, lo escandaloso es el fraude post mortem , la traición al donante y a su propósito que, muerto aquél, convierte el cuadro en inalienable y a su lugar de destino en inmodificable. Traicionar la voluntad de los muertos es grave siempre, pero lo es mucho más si se trata de la voluntad de un generoso donante o testador.

Como es escandaloso el hecho, publicado por el director de la nuestra, de que algunas Reales Academias hayan puesto en venta bienes artísticos y bibliográficos de su propiedad, por las apreturas económicas de estos tiempos. Las Academias, que se legitiman porque reciben del pasado, y conservan o engrosan en el presente, o deben hacerlo, ¡para legar a la posteridad!

Nos gustaría saber de qué Academias y de qué bienes se trata, y que si efectivamente son bienes que debieran declararse extracomercio, como colecciones arqueológicas, obras de arte, libros antiguos valiosos, tesoros documentales... los nombres de los académicos que lo han consentido o no lo han impedido sean publicados para damnatio memoriae .

Ninguna de esas ventas tendría justificación por nada; si no hay dinero para mantener una actividad y un sustento administrativo mínimos, si las tijeras de la Administración --que normalmente empieza los recortes por lo más intangible, por valioso que sea-- no son compensadas por los ricos patrimonios privados ni por las entidades bancarias --para las que la cultura vale poco; más vale patrocinar el bólido de Alonso que cien bibliotecas-- apaga y vámonos. Se cierra la casa, a la espera de tiempos mejores o de gestores culturales que sean capaces de encontrar fuentes de financiación, puesto que es menos grave la pérdida de conferencias y otros actos culturales, que pueden publicarse, pronunciarse o realizarse en otro sitio, que de esos bienes insustituibles, antes nombrados como inalienables.

Desde otra perspectiva hay que tener en cuenta el efecto disuasorio de estas ventas: ¿qué pintor va a donar a una iglesia un cuadro suyo, para que permanezca en ella, si ve como posible que en un futuro no lejano el párroco lo venda para costear ladrillos u obras pías, con tan solo la autorización de su obispo? Ninguno.

Claro que hay donaciones y transmisiones hereditarias que se hacen con finalidad de venta, con la voluntad última de una ayuda en dinero. En nuestra Real Academia tenemos dos ejemplos recientes: el legado de varias pequeñas fincas rústicas en Baza y la herencia de tres pisos --los dejados por la académica pianista María Teresa García Moreno-- en Córdoba y Madrid. Todo ello ha sido vendido, porque tanto para los causantes como para la entidad heredera siempre fue evidente que la Real Academia no podía ni iba a ser agricultora ni casera.

Considero al lector lo suficientemente avispado para no tener que subrayar las diferencias que hay entre unos casos, y unos bienes, y otros.

Permítanme que concluya con una afirmación personal: si pasados unos años alguien pone en venta las cabezas moldeadas por Martínez Cerrillo y por Enrique Moreno, "El Fenómeno" que, en mi propio perjuicio y en el de mis descendientes, he donado a nuestro Museo de Bellas Artes, vuelvo del otro mundo, aunque solo sea por solo un minuto, por el tiempo estrictamente necesario para morder en la yugular al vendedor insensato e insensible.

* Abogado y escritor