Con el fin del año se nos fue un gran hombre, Alfonso Genovés Laguna, economista y ciudadano ejemplar que sirvió siempre a la sociedad desde sus importantes y diversas responsabilidades. Docente ejemplar, investigador, político y polígrafo. Su permanente inquietud social le llevó a conocer de cerca la economía de Córdoba sobre la que había publicado excelentes trabajos y propuestas, no siempre atendidas. Hace sólo un año el Colegio de Economistas de Córdoba, en reconocimiento de sus muchos méritos, le había otorgado la Insignia de Oro de la institución. Alfonso fue y será siempre persona muy querida y respetada en la profesión y sus continuas contribuciones fueron cabalmente apreciadas y valoradas en una institución a la que perteneció desde el momento mismo de su creación, de la que fue uno de los principales impulsores, hace ahora cuarenta años. Desde esos inicios se incorporó generosa y altruistamente a sus juntas de gobierno, y mantuvo su condición de colegiado hasta su último momento. Acudía puntualmente a su compromiso en la dirección del Colegio y tenía siempre palabras que eran fruto de una visión puesta al día. Pertenecía a las primeras promociones de economistas españoles que tanto brillo dieron a la profesión como Fuentes Quintana, Velarde, Varela, Estapé o Barea Tejeiro, con los que mantuvo una franca amistad. Había colaborado con gran competencia y entusiasmo en la práctica totalidad de las instituciones cordobesas en las que dejó su impronta de hombre de consenso y exquisita tolerancia. Conocí a Alfonso Genovés desde mis primeros pasos como economista, en aquellos tiempos del polo de desarrollo de Córdoba, y tuve el honor, desde entonces, de gozar de su magisterio y amistad. Al mismo tiempo que era respetado por todos, a todos respetaba, cualesquiera que fuese su edad y tarea. Gozaba con la discusión económica en la que volcaba siempre sus ricas y grandes experiencias. No imponía sus criterios (siempre solventes y documentados) sino que recibía con sabiduría e hidalguía los de los demás, hasta desembocar en zonas de entendimiento. Profesaba una indubitable vocación docente y, a su lado, uno se daba cuenta que estaba ante un hombre cordial, tranquilo y de mirada franca, que te hacía sentir seguro y satisfecho desde el principio.

Escribo estas líneas convencido de que son muchos los que participan también de este modesto pero sentido homenaje a un hombre docto y profundamente bondadoso. Alfonso fue siempre inasequible al desaliento en sus preocupaciones sociales y económicas que dio incansablemente a conocer desde su tribuna en la prensa local. El Colegio de Economistas le rinde merecido tributo. Hombre bueno y ejemplar, su recuerdo tendrá siempre un nombre propio en la economía y en la sociedad cordobesa. Descanse orgulloso por su labor, y en paz.

* Decano del Colegio de Economistas de Córdoba