Al consumidor hay que dejarle las cosas claras. Para decirlo de la forma más sencilla, no puede haber en un expositor dos jamones con el distintivo ibérico y que uno duplique en precio al otro, y que solo una lectura atenta de la etiqueta aclare --a veces, ni eso-- si una pieza procede de un animal de raza ibérica o es cruzado, o si se ha criado en la dehesa con alimentación de bellota o no, o lo ha sido a medias. Eso permite un claro abuso, en el que los precios de la producción de menos calidad se elevan más de lo razonable al tiempo que tiran a la baja de la producción basada en la excelencia. Exponerlo así es simplificar, pues la norma de calidad es compleja, como lo es la determinación de la trazabilidad del porcino. El Ministerio de Agricultura prepara la modificación de esta normativa, y, tras la satisfacción inicial de los productores, parece que el ministro Miguel Arias Cañete ha cambiado de rumbo y el borrador presentado rebaja el listón de la calidad. El sector andaluz, que tiene en Córdoba a una de las provincias representativas del ibérico, está preocupado --con razón--, y ha consensuado su posición con el consejero del ramo, Luis Planas, que planteará al ministerio el apoyo de la Junta a los ganaderos en su demanda de que la norma distinga claramente la producción de raza ibérica criada en dehesa frente a otras producciones, clarificando la información que se ofrece al consumidor. Córdoba, con un censo de 52.400 porcinos de los más de 200.000 de Andalucía y una denominación de origen al alza, se juega mucho.