De aguas mansas me libre Dios, que de las bravas me libro yo", afirma el refrán, porque los grandes reveses, las catástrofes, generalmente se ven venir de lejos. Pero lo peligroso son esos pequeños problemas diarios que se te echan encima sin preverlos y que a veces te amargan la vida más que cualquier tragedia.

Y lo mismo puede decirse de las leyes. Las peligrosas son las pequeñas normas ineficaces, porque contra las grandes leyes injustas, más o menos, entre todos y con tiempo, las podemos transformar (aunque ya tampoco estoy seguro, porque aquí estornudan cuatro banqueros extranjeros y te encuentras que te han cambiado la Constitución).

Pero volvamos a esas pequeñas leyes que dictaron entre un técnico perfeccionista, un burócrata que no le importaba que la norma tuviera la más mínima conexión con la realidad y algún político que quería ponerse una medalla. Son leyes muy peligrosas porque al final ni hacen ni dejan hacer.

¿Sabe usted que la ordenanza contempla una multa si la bolsa que usa para depositar los residuos en el contenedor pesa más de 50 gramos? ¿Que espantar palomas en la calle contempla una sanción de 30 euros? ¿Que puede ser multado si mantiene un escaparate encendido después de medianoche? ¿Que hacer publicidad con megáfono (incluidos los partidos políticos en campaña) está penalizado tanto como dejar folletos publicitarios en los parabrisas de los coches?... Y eso solo respecto a las ordenanzas municipales, porque la legislación autonómica también se las trae a veces. El otro día me enteré que es obligatorio usar una canastilla para recoger setas en el campo porque está prohibido usar para ello una bolsa de plástico y que ya no se puede pintar encima de la más humilde piedra, aunque sea para señalizar un sendero o para advertir de un obstáculo en un camino. Si no pides permiso oficial, también es sancionable.

Y no dudo que habrá razones para tantas chorradas y que se dictó la norma con la mejor voluntad del mundo, pero también hay otro refrán que dice que "el camino del infierno está empedrado de buenos propósitos".

Por cierto, lo que más me indigna de esas pequeñas leyes injustas que todo lo bloquean es que siempre perjudican al trabajador, al más débil y al más pobre. Un ejemplo que me lo daba Pepe, un jardinero de mi bar de guardia: Para servir un simple bocadillo en un bar hay que gastar una millonada en instalaciones con la más pequeña esquina, estantería, baldosa y rejilla homologadas y el que roza una tapa de calamares debe tener el carnet de manipulador de alimentos. Pues bien, coincidirán con Pepe y conmigo que mucho más peligroso, tóxico, inflamable y explosivo que un plato de calamares son veinte litros de gasolina, como los que nos obligan a servirnos nosotros mismos aquellas estaciones de servicio que quieren ahorrarse un dinerito en personal. Y es que cuando se trata de beneficiar a multinacionales, hasta las normas chicas parecen estar hechas a su medida.

Por eso, y sabiendo que en Urbanismo es precisamente donde hay más casos de pequeñas normas ridículas (esas que desoyen los poderosos y que acaban multando al débil) me ha parecido juicioso que el teniente de alcalde de Urbanismo, Luis Martín Luna, haya abogado por cambios normativos en el PGOU (siempre que no sea para abrir la mano a los especuladores) y que haya anunciado que estudiará las ordenanzas generales "aplicando allí los cambios". Otra cosa es ver cómo le pone el cascabel al gato.