Te apetece hacer algo? A ver, ¿qué te apetece?

--Nada. Estar así contigo leyendo un rato.

El dolor nos debilita, nos hace vulnerables y, cuando sentimos que nos sobrepasa, pensamos que es injusto y nos entra la furia, y más tarde la impotencia y el llanto. Pero podemos volvernos poderosos, sacar fuerzas. Porque siempre hay unos ojos, unos labios, otros que nos quieren, que esperan que les ayudemos a resistir. Y ellos nos dan nuevos motivos para seguir vivos. Pero cuando el dolor perdura incesante y se va convirtiendo en sufrimiento, entonces hay que mirar a nuestro alrededor, porque los demás también sufren.

A veces, te centras en el dolor de los otros y te olvidas un poco del tuyo. Hay que salir hacia los demás para volver a amarnos a nosotros mismos y reconocernos en nuestra más noble y mortal condición de seres humanos. Todo es complicado en la muerte y en la vida. En ocasiones, cuando el dolor llega, nos sentimos frágiles barcos de papel, leves juncos a la deriva, pero solo quien ama apasionadamente la vida la vive y la sufre con intensidad. Tengo hermanos, amigos, yo mismo, pero hoy admiro la fuerza y el valor de una amiga que lo está pasando mal. Todo ángel es terrible, dice Rilke, cuando araña y nos clava lentas agujas de cristal en los sueños. Al principio se asustó. Sintió que algo extraño, terrible, se había instalado en su interior y ya no volvería nunca a ser la misma. Cuando lo supo, la vida se le partió en dos mitades. Tardó en asumir que le había tocado a ella. Un día se acostaba pensando que tendría solución, que estaba rodeada de los suyos. Y al otro se despertaba sintiéndose débil, creyendo que no lo resistiría. Nada ha logrado arrebatarle la sonrisa. Ahora estoy a su lado leyendo un rato. No permitas que te quiten la belleza, no lo consientas, me gustaría decirle. No hace falta. Ella sabe que este tiempo pasará y al final solo importará el amor.

*Profesor de Literatura