Estos días tiene lugar en Córdoba la celebración del Festival de Cine Africano. Procedente de Tarifa, donde nació y celebró sus primeras ocho ediciones, en este 2012 recala en Córdoba, desde luego con la sana intención de quedarse. Organizado por la asociación Al Tarab y con el Ayuntamiento de Córdoba como patrocinador principal, lo primero que procede desde el ámbito institucional es darle la más cálida bienvenida, cosa que ya han hecho miles de ciudadanos a través de las sesiones de cinemóvil que se han celebrado en las pasadas semanas por distintos barrios de Córdoba capital y, antes, en algunos pueblos de la provincia. Vayan pues estas líneas como salutación a una iniciativa novedosa en la agenda cultural de la ciudad y para cuya consolidación será fundamental el respaldo ciudadano y la cooperación y compromiso de diferentes instituciones públicas y privadas. Con ese deseo hemos apostado firmemente desde el Ayuntamiento y en ello pondremos nuestro esfuerzo. Todos hemos soñado con Africa. Con sus ríos, sus desiertos, sus grandes espacios vacíos, su riqueza paisajística y sus ciudades llenas de bullicio. Nos preguntamos a menudo cómo será, a qué huele, cómo sabe, cuál es su ritmo, cómo su calor. Africa siempre ha tenido un sabor exótico, un tinte de aventura. Ciertamente, desde la óptica de los países desarrollados, nos hemos asomado al continente africano a través de innumerables películas, obras de arte y piezas literarias, conformando un mito con no pocos clichés y elementos pintoresquistas que más que ayudar a comprender su diversidad, nos han inducido a considerarlo como un todo unívoco. Nada más lejos de la realidad, como se puede constatar en la cinematografía de los propios realizadores africanos.

Por ello, ahora tenemos la oportunidad de satisfacer nuestra curiosidad, de contrastar nuestra imaginación no solo con la realidad, sino con la imaginación de los artistas africanos que presentan aquí sus obras. Son casi cien películas de veinte países distintos, que demuestran que sí se hace cine en Africa. Quizá esta sea la primera lección que podemos aprender de este festival, porque cuando pensamos en Africa, apenas se nos ocurre pensar que allí también existe el cine y que, a pesar de las inmensas dificultades de los realizadores y de sus sociedades, muchos son los que consiguen llevar a la pantalla sus sueños. Y es que, incluso en las peores circunstancias, soñar y hacer realidad los sueños es una aspiración consustancial al ser humano. Al poeta, político y filósofo cordobés Ibn Hazm se le atribuye una frase, dura como casi todas las verdades, que dice que "todo lo que hace el hombre lo hace para evitar la preocupación, para distraerse ¿Para distraerse de qué? De la muerte". Se entiende la creación, por tanto, como un signo de vida, como la actividad vital por excelencia; algo que nos permite, especialmente en tiempos difíciles como los que atravesamos, encontrarle sentido a la existencia y disfrutar del tiempo que se nos ha dado.

Por otra parte, no podemos dejar de tener presente que los cordobeses tenemos una responsabilidad histórica para con la cultura. La cultura está en nuestras calles y también en nuestras venas. No haríamos justicia al extraordinario patrimonio monumental e histórico-artístico que nos rodea, si no mantuviéramos la cultura viva, con acciones que involucren a los ciudadanos y de las que éstos puedan sentirse protagonistas. Es el trinomio patrimonio-cultura-ciudadanía el que da sentido a una ciudad en la que se han hablado cuatro lenguas diferentes y por la que han pasado culturas muy diversas. Y para poder estar orgullosos de nuestro legado, además de preservarlo y difundirlo, no debemos tener miedo a afrontar nuevos retos. En tal contexto, este festival dedicado a la cinematografía africana viene a demostrar que esta es una ciudad de acogida, abierta, cosmopolita y que se enriquece al compartir. No en vano, los conceptos de tolerancia, diversidad e interculturalidad han sido hechos suyos por Córdoba desde tiempo inmemorial y están plenamente vigentes en nuestro presente.

Así las cosas, desde la corporación municipal, con el alcalde a la cabeza y a través de las delegaciones de Cultura y Cooperación, hemos entendido que esta actividad enriquece la vida cultural de Córdoba, hace honor al capital simbólico que la ciudad tiene como lugar de encuentro y nos acerca a un vasto continente mucho más desconocido de lo que creemos. Llega ahora el momento de la verdad. Es ahora cuando todos debemos prestar nuestro apoyo y contribuir a que esta primera edición del festival en Córdoba constituya un éxito, el cual permita su consolidación entre nosotros y su crecimiento. Para que genere riqueza, puestos de trabajo y deje su poso en las mentes y los corazones de los espectadores. En verdad, es responsabilidad de todos nosotros contribuir, en la medida de nuestras posibilidades e intereses, a que este sea el Festival de Cine Africano de Córdoba, y por muchos años.

* Concejal delegado de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba