El viernes pasado, el Gobierno aprobó el proyecto de presupuestos generales del Estado para el año 2013. Unos presupuestos cuyo objetivo final, según compromiso con Bruselas, es alcanzar un déficit público del 4,5%. Unos presupuestos que, en una primera lectura, me parecen, sencillamente, increíbles.

Estos primeros presupuestos completos del Gobierno Rajoy me parecen increíbles, en primer lugar, porque las previsiones macroeconómicas sobre las que se basan son todo un ejercicio de voluntarismo, algo que llevamos viendo en todos los presupuestos que se han aprobado desde 2008. Y lo es porque no hay ningún analista que crea que la economía española vaya a decrecer en 2013 sólo el -0,5%, pues la mayoría de los modelos predicen una caída en el entorno del -1%. Como nadie se puede creer tampoco que este -0,5% sea el resultado de una caída de la demanda nacional del -2,9% (una cifra casi realista) que, según el Gobierno, se compensará con un crecimiento de las exportaciones del ¡6%! Más ilusorias aún son las cifras del mercado de trabajo, pues con una caída del -0,5 del PIB, el Gobierno prevé que el empleo sólo caiga el -0,2%, y, ¡al mismo tiempo!, se reduzca la tasa de paro hasta el ¡24,3%! Algo que sólo es posible si se produce una caída de la población activa en unas 360.000 personas. Finalmente, el Gobierno cree que, con una recesión como la que se dibuja y un déficit público del 4,5% del PIB, la economía española es capaz de autofinanciarse y de pagar deudas exteriores, de tal forma que la posición financiera exterior mejore el 0,6% del PIB.

De un cuadro macroeconómico increíble se deduce, en segundo lugar, una previsión de ingresos más increíble todavía. Así, el Gobierno prevé un crecimiento de la recaudación por IVA del 13,2%, sobre una disminución de la base imposible de un -2,9%, lo que supondría una efectividad total de la subida de tipos de este año y una importante caída del nivel de fraude. Lo que contradice la evidencia empírica de los últimos años de que la recaudación por IVA disminuye más que proporcionalmente a la caída del consumo. Peor aún es la optimista previsión del IRPF: ¿realmente cree el Gobierno que en un contexto de congelación o disminución de salarios y con una tasa de paro que será de casi el 26% (a pesar de sus previsiones), la recaudación va a subir el 2,2%? Eso sólo sería posible si se hiciera una profunda reforma del impuesto tocando las rentas empresariales, algo que dudo que este Gobierno se atreva a hacer por ser parte de su base electoral.

Y si los ingresos de este presupuesto son increíbles, en la vertiente del gasto, además de increíbles, se hacen contradictorios. ¿Cómo puede ser que con una subida del gasto en pensiones del 1% y previendo que no va a aumentar la protección por desempleo (pues prevé una reducción de la tasa de paro y estabilidad en la ocupación, según su cuadro macro) tenga que aumentar la aportación a la Seguridad Social un ¡74,9%!? ¿Por qué, además, presupuesta un 33,8% (un punto de PIB) más de intereses? ¿Es que cree tan poco en su política que calcula que los intereses medios de la deuda del Estado van a estar todo el 2013 en el ¡6,45%!? Si estos son los intereses que prevé el Gobierno, ¿por qué no pide el rescate? Esto no cuadra. Como no cuadra que con una congelación salarial de los empleados públicos y la hibernación de la inversión pública, el gasto de unos presupuestos que se autocalifican de austeros suba un ¡5,6%!

Con estos presupuestos, el Gobierno está diciendo a gritos, no sólo que no ha diagnosticado correctamente nuestros problemas y que está pendiente siempre de elecciones, sino que se hace trampas en el solitario y que no está dispuesto a tomar decisiones de calado. O sea, que, un año después, tenemos otro Gobierno metido en una burbuja.

* Profesor de Política Económica. Universidad Loyola