Lo mejor de un mal viaje es un magnífico naufragio. Yo naufragué hace unos meses en la Librería El Laberinto. En Córdoba. Como un forastero. Aquí me puse de nombre Teseo. En esta librería la soledad deja de ser una patada en la boca. Les aseguro que en El Laberinto es sumamente voluptuoso abandonarse y rozar los anaqueles repletos de nombres, ignorando cualquier otra cosa, dejándose sorprender. Conviviendo, al tiempo, el entusiasmo y la desesperación. Una librería es un lugar donde se cumple la máxima de Horacio "Non omnis moriar (No moriré completamente)" .

En mis manos la primera edición de Vientos del Pueblo de Miguel Hernández... Leo el poema Elegía Primera (dedicada a Federico García Lorca): "Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas...". ¡Ay! Y del anaquel se cae una novela de Juan Benet que tiene por título Herrumbrosas lanzas... Pienso con ironía en la SGAE. Nada es casual. El placer de descubrir las semejanzas y las huellas me conmueve. Las estanterías conformadas como laberintos soportan multitud de nombres. Todos se miden con la luz: Steinbeck, Ovidio, Yourcenar, Shakespeare, Dostoyesvki, Leopardi, Wislawa, Homero, Tolstoi, Sor Juana Inés, Borges, Melville, Tagore, Mishima, Dante, Camus... Nombres a los que se les podría aplicar la ley de extranjería. Otros son autóctonos (aunque igualmente fueron objeto de sospechas): Teresa de Jesús, Max Aub, Góngora, Fernando de Rojas, Juan de la Cruz, Lorca, Cervantes...

Juntos, con incontinente violencia, se acumulan muchos volúmenes que parecen conformar una montaña de desechos. Es la sección de Guerra Civil. Sangre y fuego , de Chaves Nogales, está literalmente asediado por Mola y Negrín, por Madariaga y Giménez Caballero, por Queipo y Azaña, por Indalecio Prieto y Franco... Cuadernos y manuales de guerra describen las batallas de Madrid, Brunete, Toledo, Sevilla, el Ebro... Cupones de racionamiento (primorosamente dibujados a tinta) por valor de 'un arenque'. Tebeos falangistas como Flechas y Pelayos para críos que perdieron la inocencia. Los discursos de Goebbels, traducidos al castellano, le roban espacio vital (lebensraum ) a coloridas partituras de marchas militares y pasodobles de la época... Es la Guerra Civil, un paisaje y un paisanaje, sin salida de emergencia.

Las columnas con graffitis separan la sección de Teatro de la de Filosofía; la sección de Bandidos y Piratas de la de Historia (a pesar de sus similitudes). Goya reina solo, era un sordo muy especial. La sección de Flamenco está entre la del Derecho y las Ciencias Puras (¡donde corresponde!). Evolucionismo, Medicina, Arte, Música, Viajes y Viajeros... uffff, varias vidas para recorrer el laberinto (con sus consiguientes naufragios). Este lugar es un fantástico edificio de la memoria que tendría que haberse derrumbado y que, sin embargo, se acaba de abrir con extraordinaria naturalidad, en un tiempo donde todo es fingimiento y apariencia. Es un espacio de resistencia frente al desinterés, la indiferencia, la banalidad, la ignorancia, la fama, la vulgaridad, la anticultura...

En la Librería El Laberinto hay pequeñas y camufladas pistas para que el desconcierto no sea excesivo. Su creador, Daniel R. Cibrián, un Dédalo más astuto, aventurero y valiente, estará para orientar a los que se adentren en el laberinto. Daniel cultiva el placer de la réplica pero respeta el principio (y la evidencia) de que disponiendo los humanos de dos orejas y una sola boca, parece normal escuchar más y hablar menos (al contrario tendríamos dos bocas y una sola oreja). Un laberinto que es un mundo, aunque no tenga el tamaño del mundo. Al fin decía Stefen Zweig que "los libros solo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido". Saber es recordar (Scire est sapere ).

Dédalo construyó en Creta un laberinto con incontables pasillos en múltiples direcciones. Simulaciones de salidas y nuevas encerronas: un juego. Un orden gigantesco cuyo único horizonte era el esfuerzo. Siglos después Borges suavizó la rigidez y frialdad de Dédalo. Construyó una casa, La Casa de Asterión , con infinitas puertas sin cerraduras y en el centro colocó al Minotauro (Asterión) esperando... Siempre fingía dormir, nunca asesinaba a nadie (morían antes de llegar a verlo). Asterión siempre espera a que alguien venga a liberarlo, es decir, a matarlo. Cuando llegue Teseo, el Minotauro no se defenderá, se dejara matar y... al fin descansará. Y Teseo no querrá, ya nunca, salir del laberinto. El refugio donde felizmente naufragó. Naufragué.

*Director de Casa Sefarad