El decreto que recoge las líneas maestras de la nueva formación profesional, aprobado el viernes pasado por el Consejo de Ministros, es la base regulatoria por la que se regirá el nuevo sistema dual, inspirado en el modelo alemán. Numerosas empresas españolas, filiales en su mayoría de multinacionales alemanas, ya están colaborando con centros de estudios para que los jóvenes puedan compaginar su formación académica con las prácticas reales a pie de fábrica, un trabajo que además está retribuido. El proyecto recibió un fuerte impulso tras la reunión que mantuvieron empresarios españoles con la delegación empresarial alemana que acompañó a Angela Merkel en su reciente viaje a España.

La reforma del sistema de FP trata, por un lado, de estar más cerca de las empresas para que estas puedan formar a sus futuros empleados en las especialidades estrictas que éstas precisan. Las quejas de las patronales por el desajuste entre sus necesidades y la oferta del mercado de trabajo son tradicionales en nuestro país. Por otra parte, se pretende acabar con la enorme bolsa de paro juvenil, y en especial reducir al máximo el colectivo de jóvenes que ni estudian ni trabajan, que según la EPA son unos dos millones.

El nuevo sistema estimula la formación con un salario/beca de mínimos pero mejora las posibilidades laborales de los jóvenes y reduce el riesgo de que las empresas se equivoquen contratando personas poco adecuadas a sus necesidades. Un paso correcto.