El 26 de abril de 1931, el presidente del Gobierno de la recién nacida Segunda República española, Niceto Alcalá-Zamora, realizaba su primer viaje oficial. Destino: Barcelona. Objetivo: ratificar lo negociado con Macià, una vez que tres miembros del ejecutivo, Fernando de los Ríos, Lluis Nicolau d'Olwer y Marcelino Domingo, acudieran a la capital catalana varios días antes con el fin de encontrar una salida al problema político generado tras la proclamación del nuevo régimen republicano. Las complicaciones habían nacido cuando el nuevo gobierno no había proclamado en Madrid la República en la tarde del 14 de abril. Companys lo había hecho, hacia las 12 del mediodía, desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona, y unas horas después Macià se ponía al frente de un gobierno catalán y proclamaba, en nombre del pueblo de Cataluña, el Estado catalán, que se integraría en la Federación de Repúblicas ibéricas, si bien más tarde lo matizaría y hablaría de una República catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica.

Como afirma Pere Gabriel, "Macià encontró un complejo equilibrio entre la audacia política --el gesto-- y el reconocimiento de los límites de una fuerza real propia más bien escasa". Y si bien sus relaciones personales con el presidente Alcalá-Zamora eran cordiales, ello no significaba que este aceptara la imposición de un modelo federal. Por supuesto, estaba de acuerdo en cumplir con los compromisos del pacto de San Sebastián (agosto de 1930) de cara a un reconocimiento de la autonomía catalana, pero la definición del modelo de Estado, como no podía ser de otra manera, le correspondía a unas futuras Cortes constituyentes. Conseguir un pacto en ese sentido fue el objeto del viaje de los tres ministros antes citados, que conseguirían la renuncia a la existencia de una República catalana a cambio del reconocimiento de una institución propia como la Generalitat , a sugerencia de Fernando de los Ríos, cuestión que por otra parte no era nueva pues ya se había planteado en el proyecto de autonomía de 1919. Conseguido el acuerdo, se produciría la visita de Alcalá-Zamora, apoteósica por el respaldo popular en todo el recorrido del tren que lo conducía por tierras catalanas, y para lo cual se aprovechó además la celebración de un partido de fútbol, cuestión que el presidente recuerda en sus Memorias : "Las aclamaciones se repitieron frenéticas en toda la inolvidable jornada y ante las decenas de personas que llenaban el estadio, pude hallar una expresión gráfica e hiperbólica para medir la significación de aquel día: recordé cuánto habían representado el 12 y el 14 de abril y dije que aquel 26 equivalía a la suma de los otros dos". En diciembre de 1933 Alcalá-Zamora volvió a Barcelona para presidir el entierro de Macià: "La vieja amistad de Macià conmigo prestó callados pero inestimables servicios a la paz pública para bien de la región catalana y de toda España en general".

Ahora, de nuevo un President habla de un Estado catalán, si bien cabe un matiz diferencial que a mi entender es relevante: el actual desempeña ese cargo porque se presentó a las elecciones con un programa en el que no hablaba de independencia, y por tanto accedió al poder en el marco de lo establecido por la Constitución, luego es un fraude, por no utilizar otra palabra más gruesa, presentarse como defensor de una posición política que no fue la defendida en campaña electoral, quizás ello explique los rumores aireados estos días acerca de un adelanto electoral en la Comunidad catalana. No obstante, lo que me parece más significativo es que en 1931 catalanistas y gobierno fuesen capaces de ponerse de acuerdo, es un ejemplo que en la actual coyuntura debería estar encima de la mesa en cualquier negociación de cara al futuro de Cataluña.

* Catedrático de Historia