La señora Cospedal acaba de anunciar sorprendentes medidas de "ahorro" en consonancia con el populismo que viene caracterizando últimamente a la derecha y con el autoritarismo que también parece ser el último grito en el Partido Popular. Propone que se deje de pagar a los diputados del Parlamento autonómico de Castilla la Mancha un salario por su trabajo y se les pague únicamente las dietas correspondientes por su asistencia a Plenos y Comisiones.

Esto, que enlaza con esos interminables correos (e-mails ) donde se describen los supuestos privilegios de la "clase" política frente a los trabajadores, parece tener eco en parte de una población desesperada por la situación de crisis y paro. No se le ocurre a los autores de dichos correos que más que recortar democracia se trataría, por ejemplo, de realizar una reforma fiscal que lograra que, por fin, los ricos pagaran a Hacienda en consonancia con sus ingresos.

Y, curiosamente, a la señora Cospedal no se le ha ocurrido proclamar la incompatibilidad de salarios, por ejemplo, porque a ella eso la hizo multimillonaria a fuerza de ganar la friolera de 240.000 euros o 40 millones de pesetas al año, o lo que es lo mismo, veinte mil euros o tres millones trescientas mil pesetas al mes, a base de ir sumando sueldos públicos y privados.

Pero es que, además, la trampa es doble, porque al no poner ninguna incompatibilidad y requerir los diputados y diputadas seguir ejerciendo su trabajo, aquéllos y aquéllas que trabajen en grandes compañías y multinacionales en puestos de alta dirección (y si no son alta dirección pronto lo serán) como los diputados y las diputadas del PP, podrán intervenir en los jugosos asuntos que se diriman en el Parlamento como legislación urbanística, horarios comerciales, privatización de servicios públicos, condiciones de contratación con las Administraciones y un largo etcétera de materias de gran interés para millonarios, banqueros y empresarios.

Parece ser que a ella y a su partido, los votantes de otros partidos no le importan demasiado; en definitiva, tienen la mayoría absoluta y la ejercen sin consideración alguna. Pero también significa creer, por parte de Cospedal, que los que no ejercen labor de gobierno no tienen trabajo diario, no recorren sus provincias entrevistándose con trabajadores de empresas que se cierran, o con autónomos que les explican sus problemas, o con agricultores que les dan propuestas para solucionar el mercado, o con ecologistas que tratan de cuidar el medio ambiente y el cultivo ecológico, con la gente de la calle escuchando su opinión y sus problemas, y controlando la labor del Gobierno. Desconozco si los diputados del PP hacen tal cosa cuando están en la oposición, pero los demás sí lo hacemos porque para eso nos votaron.

El ascenso de la derecha autoritaria dentro del Partido Popular amenaza con destruir las propias bases de la democracia. La propuesta de Dolores de Cospedal, aparte de la hiriente inmoralidad de que la proponga "para ahorrar" una de las políticas escandalosamente mejor pagadas de España durante mucho tiempo, es una propuesta tendente a dejar la representación democrática en los parlamentos en manos de los suyos; es decir, de los ricos, de los burgueses, de los banqueros, y echar de los mismos a los trabajadores. Es, en definitiva, una vuelta al sufragio censitario del XIX, al pueblo se le deja votar, pero solo se vota a los privilegiados.

Otra similitud histórica, sumamente inquietante, es la del ascenso de la extrema derecha en los años 30 en Alemania, ya que comparte con ella una misma técnica para acabar con la democracia y el movimiento obrero: destruir la democracia desde dentro a partir de haber obtenido una mayoría parlamentaria suficiente.

Destrucción del Estado del bienestar y reducción de la democracia a una caricatura son dos caras de un mismo proyecto auspiciado por el actual Gobierno. El Partido Popular es el partido de las clases privilegiadas de la sociedad; como tal, defiende que la democracia se circunscriba a los intereses de estas clases y para ello ajusta el modelo político a tal objetivo. Es por tanto necesario que los movimientos de izquierda, y en especial los movimientos sociales como el 15-M, reflexionen seriamente acerca de qué se está propiciando cuando se realiza una crítica indiscriminada contra la democracia y contra los que ejercen la política: no todos los políticos son iguales, ni todos defienden lo mismo. Si Cospedal quiere ahorrar quizá debería empezar por ella misma, quizás debería proponer como objeto de ahorro, por ejemplo, las cuantiosas subvenciones a la Iglesia Católica. No lo hará: prefiere recortar democracia. Por tanto, a los ciudadanos sólo nos queda luchar decididamente contra el proyecto de demolición de la democracia realizado por Cospedal y reflexionar acerca de la necesidad histórica de desalojar del poder al Partido Popular y a las clases que lo sustentan.

* Parlamentaria andaluzapor IU-LV-CA