El fútbol es, sin duda, el gran protagonista de este domingo con la final de la Eurocopa 2012 entre España e Italia. Opiniones para todos los gustos, alabanzas para todos los jugadores. Desde los analistas más conspicuos, como, por ejemplo, el enviado especial de nuestro periódico, Carlos Marcote, hasta el fino olfato de la periodista Lucía Méndez, ensalzan a nuestra selección destacando valores y proclamando virtudes. Marcote subraya la figura del entrenador Vicente del Bosque, "quien ha enriquecido el legado recibido hasta llegar a este punto en el que La Roja sigue siendo el primer referente futbolístico mundial"; Lucía, por su parte, se deshace en elogios hacia los jugadores calificándolos con epítetos tan merecidos como éstos: "Educados, solidarios, buenos padres, buenos hijos, limpios en el terreno de juego, esforzados, unidos, sufridores, disciplinados, valientes, luchadores, respetuosos. En un país donde la ejemplaridad en los comportamientos es un agujero negro, la selección encarna los valores que desaparecieron en la España de los nuevos ricos".

Junto al equipo, brilla con especial relieve la figura de Del Bosque, quien tiene casi como eslogan o como lema esta frase: "Todo lo que sucede, conviene". Es su manera de decir que, si el triunfo nos hace grandes, la derrota nos hace fuertes. Los valores que el seleccionador transmite a sus jugadores son claros y bien definidos: educación, amistad, compañerismo y solidaridad. De su saber estar en el banquillo tenemos mucho que aprender. Del Bosque otorga el protagonismo a los 11 que sudan la camiseta en el campo y a los 12 que calientan motores en el por si acaso, por más que los entrenadores de otros equipos sean dados al aspaviento, al grito o al insulto.

El liderazgo es un arte que debe combinar seguridad y templanza, justicia y audacia, generosidad y exigencia. Da igual que se trate de la cúpula de un banco o del trono de un hogar. Acaso, ahora, comencemos a darnos cuenta de que el fútbol es como la filosofía, una actividad reflexiva: quien utiliza mejor la cabeza es el que gana. Contarán los elementos: la fuerza, la suerte, los árbitros, las habilidades personales, pero, a la larga, se irán imponiendo las estrategias, el estudio del adversario, la solución en el campo y, sobre la marcha, al último fallo detectado. Y cada vez más, también, contarán esos valores que, con tanto afán como pasión, ha venido cultivando el seleccionador: impulsar el talento, buscar la excelencia, premiar el esfuerzo y el trabajo bien hecho, reconocer el mérito y valorar la capacidad de sacrificio. Los futbolistas de la selección nos ofrecen para esta hora difícil en tantos otros campos de la vida una buena fórmula: "Desterrar cualquier tentación de indiferencia, resignación o conformismo", y al igual que ellos, en el terreno de juego, "afrontar todas las crisis con espíritu de superación y de victoria". Ciertamente, ese es el camino para lograrla.

* Periodista