En el Campus de Rabanales, corazón de la Córdoba universitaria, celebra hoy este periódico la entrega de sus premios Cordobeses del Año 2011, que ya alcanzan la edición número 27 y los acredita como distinciones consolidadas y prestigiosas. Un trofeo de peso que alzarán esta noche en la antigua iglesia de la Laboral, ante "toda Córdoba" por testigo, la poeta Juana Castro, cuya obra sólida y coherente brilla con luz propia en el parnaso de las letras; la organización humanitaria Cáritas Diocesana, que ejemplifica la vigencia de las obras de misericordia; las asociaciones Amigos de los Patios y Claveles y Gitanillas, que encarnan el tesón mantenedor de los patios populares; la Institución Teresiana, que inspira el ideario educativo de su ejemplar colegio Bética Mudarra; el Programa Preshco de estudios hispánicos, que exalta y propaga la cultura española, y las empresas Aceitunas Torrent, Infrico y Casares, motores de desarrollo económico y empleo en Aguilar, Lucena y Córdoba. Así pues, las letras, la ayuda humanitaria, la tradición popular, la enseñanza en valores, la proyección internacional del patrimonio cultural y empresas que mantienen su rumbo en tiempos de borrasca configuran un mosaico ejemplar en el que la sociedad cordobesa puede y debe mirarse para constatar que hay vida más allá de la crisis que nos angustia.

A estos homenajes de hoy hay que unir otros que se han sucedido en los últimos días, como si el fin de curso académico brindase ocasión propicia para saldar deudas de reconocimiento a quienes se han distinguido. Así, el artista fotógrafo Juan Vacas, humilde y generoso, se ha hecho acreedor a una calle junto a Hipercor, donde despega la Córdoba del mañana; el sublime pintor Antonio Povedano ha sido objeto de dilatado homenaje póstumo en la Posada del Potro; el poeta elegante y discreto José de Miguel, maestro del verso clásico, ha sido agasajado a sus noventa lúcidos años por la Asociación de Escritores y Críticos de Andalucía; el heterodoxo y tenaz luchador en la cultura y la vida Antonio Perea ha sido homenajeado por sus veintiocho años al frente de aquel modesto Ateneo forjado en un barrio periférico que ha echado raíces acunado por Bodegas Campos; el genio alegre --Rosa Luque dixit -- Ginés Liébana, esa figura singular e irrepetible de la pintura lírica y la escritura compulsiva, ha recibido en la Diputación la Medalla de Oro de la Provincia; y el excelso poeta Pablo García Baena, príncipe y orfebre de las letras, Góngora redivivo, ha sido homenajeado por la bicentenaria Real Academia de Córdoba en la solemne clausura de su fecundo curso. Casi todos han sido Cordobeses del año, de otros años, y estas distinciones de ahora revalidan sus méritos y renuevan su ejemplo ante tantos paisanos como hoy se esfuerzan en el estudio, el trabajo y la creación para que la ciudad no viva de las rentas y pise fuerte en el presente, semilla de futuro. Aquéllos y éstos son cordobeses notables que brillan con ejemplaridad en medio de una sociedad apesadumbrada por esas noticias económicas que nos hunden en un pozo de pesimismo. Y sus trayectorias ejemplares son como espejo en el que mirarse para no perder el rumbo y constatar que hay vida más allá de la economía y sus oscuras incertidumbres.

Pero si los nombres citados constituyen la cara visible de una fama labrada a base de perseverante talento, tras ellos se alinean legiones de cordobeses dignos también de alabanza y reconocimiento, anónimos cordobeses del año y de todos los años. El ama de casa equilibrista para llegar a fin de mes; el estudiante que hinca los codos para que la inversión pública en su formación sea socialmente rentable; el empresario que contra viento y marea crea puestos de trabajo y por tanto riqueza; el médico que vela por la salud, el bien más preciado; el maestro que educa además de enseñar; el político vocacional, servidor y honesto; el labrador de la tierra nutricia; el contribuyente que paga sus impuestos para ayudar a salir a flote; el desempleado que se forma y no tira la toalla; la familia cohesionada, depositaria y transmisora de valores humanos; la sociedad toda, en fin, esa abrumadora mayoría silenciosa que madruga para arrimar el hombro, ganar el pan con el sudor de su frente y contribuir al funcionamiento del país, aunque no sea noticia en los periódicos. Es una pena que las malas noticias eclipsen y secuestren a las buenas, que son las que nos permiten mantener viva la esperanza.

* Periodista