Escribía Albert Einstein que dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única manera. Por ello el acto de entrega anual de los premios Cordobeses del Año no supone solamente la distinción merecida y el reconocimiento, sentido y agradecido, a trayectorias personales y colectivas; no sólo pone el contrapunto a esta pesadilla económico financiera en la que nos movemos, sino que nos sirve a todos de estímulo y fermento, de referentes a seguir por su compromiso, sus valores y su talento. Lejos del miedo y la duda, resurgen con trazo grueso los lazos de solidaridad de tantos rostros anónimos y de tantas manos abiertas y generosas que se esconden tras las Cáritas parroquiales y diocesanas; en el compromiso de una docencia que mira la integridad del ser humano y se extiende por otros continentes como en el caso de la Institución Teresiana de Córdoba o el Programa Preshco; en el ejemplo de creatividad, sensibilidad e ingenio de la poeta Juana Castro y una vida entregada a los más jóvenes y pequeños; en ese otro premio que reconoce una tradición tan ancestral y nuestra que mimamos en nuestro patios cordobeses custodiados por familias y mayores con esmero y paciencia a lo largo de los años; o con el prototipo de empresas profesionales que perseveran dando además de trabajo y apreciados productos, buen servicio, una atención exquisita y eficaz, como es el caso de Casares, Aceitunas Torrent e Infrico.

Serían muchos más, miles los cordobeses del año que merecen nuestra consideración y aprecio, nuestro respeto y confianza: todos los que de forma abnegada cumplen con sus obligaciones familiares, laborales y sociales, todos quienes se esfuerzan en sacar adelante el proyecto que tienen entre manos, con honestidad y sacrificio, sin trampas ni atajos, poniendo lo mejor de sí mismos al servicio de los demás. La sociedad de hoy demanda no solamente a buenos ciudadanos que respeten las normas cívicas y paguen sus impuestos, sino que exige ciudadanos ejemplares, que salgan al encuentro del que más lo necesita, que emprendan proyectos audaces económicos y sociales, que difundan con su práctica valores que nos lleven a ser mejores personas.

En estos momentos en que han cundido con tanto descaro tantos y tan malos ejemplos de los que la sociedad está harta, cansados de contradicciones y falsedades, de discursos vacíos y palabrería retórica, de medias verdades y grandes mentiras, tiene aún más valor colocar en el centro de nuestras miradas a estos testigos y protagonistas de otra manera de ser y estar, a estas personas e instituciones que son ciudadanos ejemplares que, más allá de conmovernos con sus palabras, nos arrastran con su ejemplo. Enhorabuena.

* Abogado