De vez en cuando, Manuel Alvarez Romero, cordobés afincado en Sevilla, donde dirige el Centro Médico Psicosomático, nos sorprende con un nuevo libro, con títulos sugerentes y contenidos apasionantes. El último que reluce en los escaparates, El efecto Gioconda (Almuzara), todavía anda presentándolo de acá para allá y esperamos que pronto lo haga en Córdoba, más que nada, para que podamos saludarle los amigos, ya que durante varios años ejerció la Medicina en nuestra capital.

Puestos a resumir en unas líneas su argumento central, tendríamos que decir que este libro nos propone una reflexión sobre cómo nos vemos a nosotros mismos, cómo nos perciben y cómo actuamos en función de lo que creemos que la gente piensa de nosotros. Sólo a partir de ahí podremos extraer los beneficios que esa interacción "en espejo" nos ofrece para mejorar, para aprender mucho sobre nosotros mismos, sobre los demás, e intentar conjugarnos mejor con nuestro propio entorno.

Como el propio autor nos confiesa: "Saber de sí mismo con la ayuda de la mirada ajena, filtrada por el buen sentido y la experiencia, conocer el ambiente en el que nos desenvolvemos, ejercitarse en la dinámica del vivir según las reglas de juego imperantes, adaptarnos a ellas de forma razonable, cultivar nuestra empatía, saber caminar, es coger lo mejor de nosotros, es algo que merece la pena. En buena parte ese es el camino de la verdadera felicidad". En las páginas finales de su libro, Manolo Alvarez nos invita a ser "escultores de la propia vida", evocando una frase de Ramón y Cajal, el prestigioso neurólogo y Premio Nobel: "Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro". ¿Escultores? Pero, ¿es que hay modelo? "Sí", nos responde el autor de este libro, "el modelo está en nuestro corazón, va inscrito en nuestras entrañas y hemos de descifrarlo y leerlo en el día a día. Es la voz de la propia conciencia que ha de ser escuchada pese al fragor --de feria o de guerra, de júbilo, dolor o algarabía-- que, con cierta frecuencia, nos envuelve casi inevitablemente". El efecto Gioconda nos presenta la vida como un don y una tarea, que exige un sentido para ser vivida con gozo y dignidad. Y ese sentido, lo acogemos eligiendo entre los que se nos brindan. Tendremos que revisar con frecuencia el "dónde estoy" en el mapa de nuestra propia vida. Y además considerar "a dónde quiero y puedo ir". La verdad es que vivir será siempre apasionante, a pesar de las circunstancias, de los dramas, dificultades y problemas que nos acechan por todas partes. Siempre estará en nuestras manos el timón de nosotros mismos y salvarnos de todos los naufragios. Podemos ser "escultores de la propia vida", luchando contra viento y marea, en plena tempestad.

* Sacerdote y periodista