La rueda de prensa sorpresa de ayer de Mariano Rajoy sirvió para confirmar la escasa afinidad y devoción del presidente del Gobierno español a las comparecencias ante los periodistas. Casi se vio forzado a salir a la palestra para tratar de frenar el desplome de Bankia, que llegó a perder un tercio de su valor en la bolsa, y la escalada de la prima de riesgo española, que superaba los 500 puntos, pero desgraciadamente no consiguió ninguno de sus objetivos.

En la misma sede del Partido Popular, en la madrileña calle Génova, donde había presidido la reunión ordinaria de su comité ejecutivo, un Mariano Rajoy incómodo empleó evasivas o lacónicos monosílabos ante los periodistas presentes.

Lo único que quería decir es que el Banco Central Europeo debe comprar deuda española --salir en defensa del euro, es su forma de decirlo--, negar que el caso de Bankia afecte a la deuda pública y acusar al anterior Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero de no haber nacionalizado la banca como hicieron otros países hace tres o cuatro años.

El Gobierno parece no darse cuenta de que la novela por entregas que escribe sobre la banca no hace más que generar desconfianza dentro y fuera del país. Todo el mundo sospecha que las inspecciones externas de las entidades financieras españolas obligarán a nuevas provisiones, lo que se traducirá sin remedio en más ayudas. Es un pozo cuyo fondo no conoce nadie.

Por eso es muy probable que el Banco Central Europeo esté esperando a ver cuál es su profundidad antes de volver a inundar de liquidez el sistema.

513 PUNTOS DEL DIFERENCIAL

Los 513 puntos que alcanzó ayer el diferencial español superan el dintel de intervención de Grecia y casi igualan el de Portugal. Mariano Rajoy se niega a pedir ayuda de la Unión Europea para la recapitalización de la banca en apuros por el riesgo de intervención que ello supondría, y probablemente hace bien.

Pero se equivoca cuando asume en público que no podía dejar caer a Bankia (cuya historia es la de la política de la España de la última década ya que en la creación de este coloso, que ha resultado con pies de barro, han participado tanto el PSOE como el PP en sus responsabilidades de Gobierno del Estado) y que le aportará otros 19.000 millones de euros pero no sabe cómo lo hará.

Insiste Rajoy en su táctica del perfecto alumno de Angela Merkel que repite la letanía de la reducción del déficit, de que no se puede gastar más de lo que se ingresa y de que España está haciendo lo que debe, pero a la vez pide --sin decirlo-- el apoyo del Banco Central Europeo a la deuda española, gravemente perjudicada por el desastre de un banco, cuya depuración de responsabilidades en su gestión descarta.