Las matrioskas ocultan otra muñeca rusa en su interior. No sabemos cuántas oculta Bankia. En sucesivas contabilidades maquilladas, han aflorado necesidades de 23.000 millones. La cifra no es definitiva: más de tres billones de pesetas. ¡Me he mareado! José Ignacio Goirigolzarri nos ha tranquilizado: ha exculpado a Rodrigo Rato; él no ha llegado a Bankia --desde su confortable jubilación de 52 millones de euros-- para depurar responsabilidades. Es la ley de la omertá en el círculo de los elegidos del neoliberalismo. ¿Cuántas matrioskas quedan en Bankia? Ya no importa mucho a efectos de ciudadanía, una vez hemos asimilado que se pondrá el dinero que haga falta y que no se exigirán responsabilidades. Se consolida la creencia de que robar un bolso es una tragedia para su autor y desguazar miles de millones es una cuestión que se resuelve en el BOE. Nos han hecho adictos a los recortes. Nos inyectamos cualquier cosa. Sentimiento cristiano de culpa --"hemos vivido por encima de nuestras posibilidades"-- y penitencia: "Hay que pagar las deudas". Y estamos todos en misa mayor, con Rajoy como párroco que nos aterroriza con las penas del infierno: el purgatorio será nuestro único alivio. Los culpables están entretenidos. Rato descansará, agotado de esconder bajo las alfombras. Miguel Blesa siempre ha tenido buenos sastres. Estará de compras en Milán. Goirigolzarri usa ahora el coche de medio millón de euros que le compró Caja Madrid. Y Esperanza Aguirre, como siempre, de Agustina de Aragón. Y encima ni fue al partido del Calderón. En Rusia se siguen fabricando matrioskas. Hay demanda de recipientes para esconder las trampas del sistema. Y como nos hemos creído que si se hunde el sistema financiero, nos hundimos todos, hemos decidido hundirnos nosotros para que no se hundan ellos. Ni Harry Houdini lo hubiera hecho mejor.

* Periodista