Fundaciones, observatorios, institutos, agencias, empresas públicas, ONGs de variados pelajes, aunque con similares propósitos, etc., gestoras erigidas con diferentes montajes y fines, adjuntas todas a los aparatos políticos-administrativos de la gobernación del Estado; multiplicadas como hongos tras años de bonanza y en terreno propicio, convenientemente abonado con generosas subvenciones y ayudas distintas, como, por ejemplo, las recibidas por las clasistas entidades auto intituladas, por supuesto al amparo de la carta constitucional, representación de los trabajadores, al igual que las concedidas, aunque en disímil medida y proporción, a las correspondientes del sector empresarial, incluyéndolas en conjunto y en cada una de las taifas autonómicas a las concernientes e insostenibles maquinarias burocráticas de esos sultanatos, si bien algunos de ellos con pregonados énfasis e ínfulas mayestáticas, cuya urdimbre se encuentra sostenida o apuntalada por intereses locales, aunque su radio de impostada e impuesta influencia sólo alcance en el mayor de los casos 200 km., de extensión.

Y todo ello a mejor gloria del repartimiento de la tarta estatal, cocinada y bizcochada con la que ha sido (siempre lo será) dulce crema y nata bancaria, actualmente agriada, tan manipulada ella, y que ahora toca digerir a los que jamás tuvieron directa participación en el desaguisado, esto es, a la parte más débil de la sociedad, a los trabajadores y a los funcionarios, activos y jubilados, y a los pequeños y medianos empresarios.

*Doctor ingeniero agrónomo