La fantástica Luz Casal nos dijo en un bolero renovado y magistral que cuando te vas es cuando descubres, "en un solo momento, qué significa un año de amor". 22 de mayo de 2011 es la fecha del calendario que debería haberse grabado a fuego. Ese día sucumbimos de forma práctica ante la marea azul que, meses después, arrasó como un tsunami en las elecciones generales con la mayoría absoluta que actualmente ostenta el gobierno de España. Pero todo empezó en mayo, con los gobiernos locales embarrancados por la crisis, alternados desde una perspectiva global, y en términos generales, desde la izquierda a la derecha.

Los ayuntamientos, y las diputaciones, son el primer contacto con la realidad durísima que padece la gente hoy día. Los alcaldes y las alcaldesas, de cualquier signo político, especialmente en los pueblos, reciben en sus despachos infinidad de peticiones de ayuda, de empleo por días, de socorro puntual. A duras penas gestionan la miseria que atenaza la cosa pública de este país. Y, cuando salen a la calle, se vuelven a tropezar con sus vecinos y vecinas que insisten otra vez con la misma carga de desesperanza que les embarga: un trabajo, una ayuda, un auxilio, un por favor. Inquietud y desazón. Desasosiego. Me gustaría romper una lanza en favor de una ideología que gestiona, para poder glosar sus virtudes y criticar los defectos del contrario. Pero no puedo porque, como tantos perplejos que conozco, no articulo diferencias esenciales entre tirios y troyanos. Y lo realmente molesto es que sé que existen esas diferencias, como sé también que lamentablemente no nos gobiernan. Para verificar que la gestión de la derecha en las ciudades y municipios que regenta no ha supuesto el revulsivo que prometían, no es preciso recurrir a la ideología sino repasar la hemeroteca: crear empleo, más paro; bajar impuestos, más altos; reactivar la actividad política, decisiones eternas. Eso sí, todo protegido con naftalina, repleto de vírgenes, bordados, cambios constantes de planes, y presididos por banderas gigantes que ondean al viento de los tiempos. No funcionan. Estamos instalados en la desolación. Y ese estado de ánimo refugia la coartada para finiquitar un sistema público de protección y proyección social y somete en el silencio alternativas de cambio para dentro de tres años. Ha pasado un año desde que llegaron al gobierno los nuevos rectores y todo sigue empantanado Y la crisis no solo no dimite sino que gana elecciones. Me rebelo. Un amigo, a quien respeto profundamente, cuenta hacia atrás los días del calendario, tomando como referencia el de las próximas elecciones municipales. Y hace ese ejercicio todos los días. El día 21 me recordó que era jornada de reflexión. Pensando me quedé. "Pronto descubrirás qué significa un año de amor". El hecho es que nos estamos divorciando. La sociedad, la gente, el pueblo, y sus gobiernos. Paga la democracia. Hay dos opciones: pasar de largo o reinventarnos, a pesar, incluso, de todos nosotros. No quedan tres años. Es ya. Para entonces. Sin amor.

* Asesor jurídico