La huella de la crisis no solamente está en el saldo de la cuenta bancaria, sino también en la merma de nuestra propia estima como individuos y como sociedad en su conjunto, creando una fuerte frustración personal y colectiva, frente al determinismo aparente de unos acontecimientos que nos vienen ya marcados, y sobre los que parece, solo parece, que nada podemos hacer. Según la Sociedad Española de Medicina Psicosomática la consecuencia más trágica de la crisis económica en España, con más de cinco millones de parados y miles de familias desahuciadas por ejecuciones hipotecarias, ha sido el incremento en un 25% del número de suicidios y en un 15 % de casos psiquiátricos. El miedo acompañado de la frustración se están convirtiendo en una pandemia infecciosa que nos paraliza y nos arrastra. Contra esta desesperanza, y a falta de las necesarias medidas laborales, fiscales y financieras, de la unidad política, de las reformas estructurales indispensables, de la necesaria solidaridad europea, de la clemencia improbable de los mercados... necesitamos terapias colectivas, que nos ayuden a recuperar la confianza en nuestras propias posibilidades, en la capacidad del ser humano de sobreponerse a las adversidades, de descubrir nuevos cauces de bienestar personal primero, y de desarrollo y progreso después.

En ese contexto, llega nuestra Feria de la Salud, que ha sido testigo de tantos cambios en nuestra historia, como un espacio para el encuentro, una oportunidad para engrasar la convivencia, un refugio para la palabra y el abrazo, un bálsamo para la risa y el cante, un brindis para el fino y el rebujito. El Arenal se convierte durante unos días en un pequeño oasis de vida en este desierto inerte, capaz de paliar y aminorar los tintes dramáticos y eliminar esta atmósfera enrarecida y asfixiante, para abrir una ventana que permita respirar al alma con profundidad y descargarla de tensiones. Una terapia sistémica de la que participan niños y jóvenes, adultos y mayores, en búsqueda del rescate de esa fuerza que permanece latente, de una dignidad y orgullo forjados por generaciones durante siglos, como pilar fundamental para mejorar la salud emocional y la restauración del tejido social. Por mal que te vayan las cosas, no te rindas, no te quedes en casa, apaga esa televisión que antes informaba, luego entretenía y después deprimía, y acércate a la orilla de ese Guadalquivir en el que florecieron tantas culturas, y bajo la luz de los farolillos y el ruido de las casetas, date un chute de energía, de amistades y esperanza, de risas y baile, de albero y estrellas. Ahora, más que nunca. No dejes que los mercados, ni el FMI ni el BCE, se adueñen de tu alegría y tu confianza en todo lo que eres capaz. Te lo debes y nos lo debes. Nos vemos en el Arenal.

* Abogado