Ya llevo, que yo recuerde, dos o tres años en los que por estas mismas fechas escribo algunas líneas sobre el pensamiento de Marx porque precisamente coincide con mi explicación en el ámbito docente. Año tras año su actualidad se vuelve más intensa. A pesar de que el filósofo de Tréveris gozó, rara avis , de muchísimo éxito editorial durante su vida (sobre todo fue un hito editorial la aparición en 1861 de la primera parte de El Capital ), veo en su interpretación de la historia una especie de extraña profecía cuyo cumplimiento se nos manifiesta dilatado en el tiempo, obviando incluso los dos acontecimientos que marcan el principio y el final del pasado siglo y que bien pudieran haber sido considerados el final histórico de esta forma de posicionarse en el mundo que algunos, excepto Marx, denominaron Marxismo: el primero de ellos, que la revolución del proletariado se hace efectiva donde precisamente no era necesaria y no en los países que se encontraban en el punto de mira de Marx ; y el segundo de ellos, que la caída del muro de Berlín sólo supuso un aparente triunfo del Capitalismo, sistema que, finalmente, ha sucumbido y que si se mantiene vivo es porque ha degenerado en una dictadura de los mercados y no en la ya desaparecida sociedad del bienestar. Por tanto, un asunto es el Marxismo, del que podría admitir que está obsoleto como sistema político, y otro muy distinto es el Marxismo en cuanto sistema de pensamiento y de transformación del mundo que sigue vigente como si Marx aún siguiese vivo.

Marx puso encima de la mesa algunas cuestiones que aún no hemos resuelto y que, de haberlo hecho, es muy probable que no nos hubiéramos estrellado como lo hemos hecho con nuestra traicionera o malinterpretada sociedad del bienestar. No hemos sabido vislumbrar que íbamos por un camino equivocado y después de habernos pegado el batacazo aún no hemos reaccionado. Confiemos en aquella máxima einsteniana que decía que en tiempos de pobreza y de crisis la imaginación proclama su reinado.

Entre las cuestiones que no hemos resuelto está la de cómo vivir acorde con unas determinadas condiciones materiales de existencia. Dejaré ahora un poco de lado el asunto de la explotación de los trabajadores. Si algo dejó claro Marx fue que no podemos vivir por encima de las condiciones materiales que concurren en nuestra propia historia y precisamente lo que hemos hecho durante años, y sin apenas darnos cuenta, es vivir por encima de nuestra condiciones materiales, por encima de nuestras posibilidades. Nos hemos querido apropiar de lo que ya no era nuestro porque los dueños del capital nos lo habían arrebatado. El sistema financiero occidental, tras convencer a los propietarios del capital de que parte de sus riquezas las depositasen en los bancos y no en la reinversión propiamente empresarial, ha conseguido progresivamente devolvernos el dinero que nos pertenecía por nuestro propio trabajo (plusvalía) en forma de préstamos. Es decir, hemos estado usando un dinero que a priori era nuestro sin ser, en realidad, nuestro. Hasta Castillejo se dio cuenta de esto, con todo lo criticable que haya podido ser su gestión al frente de la desaparecida Cajasur, e instauró la conocida "paga del aplauso" como forma de reparto de parte de la plusvalía entre los trabajadores. De nuevo, la respuesta al problema se viene produciendo en lugares de nuestro planeta donde, sin atreverme a afirmar que no hace falta, no es necesaria la transformación urgente de una mentalidad colectiva. Me refiero a los conocidos microcréditos de Yunus que no hacen sino mostrarme una vez más que en el mundo occidental parecen rebotar las denuncias que desde mediados del siglo XIX se vienen haciendo de manera continuada.

La coherencia de la praxis que siempre hemos exigido, sobre todo a los demás, y en cuyo fundamento se encuentra no sé qué suerte de ideología, vino Marx a quebrarla definitivamente afirmando que las Ideas surgen precisamente por estas condiciones materiales de existencia de las que hablamos. Solo quien vive conforme a ellas es capaz de transformar el mundo, mientras que si, por el contrario se vive ajeno (enajenado, alienado) se acaba tocado y finalmente hundido. Creo que los ciudadanos del mundo occidental hemos sufrido el peor engaño de nuestra historia creyendo que podíamos vivir por encima de nuestras posibilidades materiales y por eso el porrazo ha sido enorme. Las Ideas no devienen en realidad (si Platón levantara la cabeza) sino que lo real práxico tiene que acabar generando la Idea. La lección que nos está dejando la historia más reciente deja sus evidencias claras. Creo que a Marx le hubiera gustado comprobar cómo su profecía sobre lo que el Capital podría llegar a hacer con el ser humano hoy adquiere su cumplimiento.

Y ya el colmo sería poder algún día escuchar al Capital pronunciar estas palabras: "Lo siento. Me he equivocado y no volverá a ocurrir".

* Profesor de Filosofía