El pasado domingo la insufrible señora Merkel perdió otras elecciones federales. Esta vez en el pobladísimo Land industrial de Renania-Westfalia. Después del amplio descalabro, han menguado mucho quienes la veían triunfante en las elecciones generales del próximo año. Es probable que siga los pasos de Zapatero, Berlusconi, Papandreu, Sarkozy... y de todos los que se han sometido al veredicto electoral durante la crisis. Todos, absolutamente todos en todos los países de la Unión Europea, se han ido --según la decisión de los votantes-- a la porra, al cuerno, a hacer gárgaras, a confeccionar puñetas, a freír espárragos o a espulgar monos en El Carpio. Por no escribir otros lugares escatológicos a donde suelen mandarlos. Todos han caído en el limbo político --el único limbo que queda--, independientemente del credo que profesasen, víctimas, casi siempre, de las actividades torticeras de los señores de las finanzas y las calificaciones globales, o de sus corifeos que, tal ha sucedido en la España de la burbuja inmobiliaria, los usan como escudos humanos o pararrayos de sus actividades dudosas y dolosas, las jubilaciones voraces y los rescates multimillonarios que les facilita papá Estado cuando están a punto de naufragar, por causa del "enladrillamiento" que padecen, pero que ellos mismos propiciaron a golpe de hipotecas sobrevaloradas que, para más escarnio, se las disputaban en el mercado ofreciendo bajillas, toallas, televisores, robots de cocina... a quienes mudaban el derecho real de entidad crediticia. Una situación extra ideológica de la que no se libran ayuntamientos, comunidades autónomas y Administración central. Todos, antes de irse a la porra, tomaron la sopa boba, con la aquiescencia del personal que, mientras había trabajo, aplaudía a destajo y que ahora está más corrido que las monas y los monos, dicho sea con un barbarismo de género.

* Escritor