Las excelencias del toreo de Finito de Córdoba son incuestionables, se mire como se mire. A Finito se le puede criticar por falta de ambición y por todo lo que ustedes quieran, pero cuando llegamos a la calidad, en ese aspecto, es insuperable, por lo menos en mi opinión, como también lo es toreando en el campo. En ese medio se siente feliz, logra poner de acuerdo su cuerpo y su espíritu, se inspira y alcanza un nivel de ensueño, sustentado en tres pilares: una afición desmedida, la calidad ya mencionada y una técnica perfecta. Acabo de verle, en el campo, torear tres eralas y un utrero; ha estado cumbre, se ha inspirado de verdad. Es decir, he estado viendo toreo puro y puro arte, de calidad y perfección nunca antes vista pues, a mi parecer, la calidad del Fino supera todo lo hecho en tauromaquia. Parece imposible alcanzar tal grado de calidad artística y perfección técnica.

Que monten una corrida en el cielo para que toreen todos los que allí están, que en la Tierra toreen todos los que son; que todos hagan la faena soñada de su vida, que todo se inunde de arte, épica y torería, que los ángeles del Cielo aplaudan por bulerías, y en la Tierra que se aplauda por bulerías, o como cada uno quiera; seguro que la faena de Finito sobresaldría por encima de todas en elegancia, profundidad, hondura, sentimiento, empaque, estética, es decir en calidad. Pasarán muchos años, y no habrá nacido el que toree como Finito torea. Y sin embargo está fuera de Valencia, Castellón, Sevilla, y probablemente se quede fuera de la mayoría de las ferias. ¿Cómo se puede entender esto? Que me lo expliquen, digo yo. Y un banderillero, ya en la tercera edad, que estaba presente, responde, ¡pues yo se lo explicaré!: "Lo que pasa es que ya no hay empresarios, buenos aficionados, románticos, como aquéllos capaces de contratar a Curro Romero cuatro tardes en la Feria de Abril y, tras salir a bronca por tarde, firmarle cinco tardes el año siguiente. Ya no hay empresarios artistas, capaces de apostar por toreros que con un lance o muletazo llenan toda una tarde; bueno, hay un empresario artista que es Simón Casas, pero cada vez está más contagiado por los otros. ¡Ea, esa es mi verdad; me he quedado en la gloria después de decirla!" Cierto, le contesto, lleva usted toda la razón del mundo; y yo añado que algunos apoderados han perdido la sensibilidad, si es que alguna vez la tuvieron, para darse cuenta del tipo de torero que tienen y defenderlo ante las empresas. ¡También yo he dicho mi verdad (que me consta coincide con la de muchísimos buenos aficionados y profesionales), y me quedo tranquilo!

He expresado, con toda sinceridad, lo que siento y pienso, pero desde el máximo respeto a cualquier otra opinión, condición imprescindible para poder exigir respeto a la mía.

* Catedrático de Obstetricia y Ginecología. Facultad de Medicina de Cádiz