En los poyetes de la plaza de Valdeolleros esta mañana luminosa y ya calenturienta de mayo mis colegas los jubilados hablan de Rodrigo Rato. Uno de ellos comenta que ahora tendremos que indemnizarlo, encima, y otro dice que me cago en no se qué. Violenta, no es que ande la gente. Resignada e impotente sí. Y cabreada. Con ese sentimiento transcendente de sentirse criaturas zarandeadas del destino como los personajes de la tragedia griega, que esos sí que están sobrados de mala leche y de fragmentos políticos hasta el extremo de formar un puzle demencial de partidos y grupos extremistas que como los expulsen de Europa llegarán a las manos. Si Grecia enseñó a pensar al resto de Europa, ahora es el resto de Europa el que piensa cómo salir del laberinto en el que el minotauro de los problemas del dinero da más cornadas que nuestros miuras que no le tienen miedo a nada, como en las sevillanas del Espartero. Los viernes de Rajoy, si haces la comunión con sus ideas teledirigidas desde Alemania, son para administrarnos como recetas económicas ruedas de molino. A los viernes de Rajoy se les teme ya más que a la vara verde de los Camborios, gitanos de verde luna que buscaban reyertas para morir con dignidad, que eso es lo que va a quedarnos a todos los que andamos por los caminos de la crisis de Juan Palomo que ellos solitos, los del dinero, se crearon y que no hay quien solucione como no sea a inyecciones de millones de euros a cada banco o bankia, pobrecitos los Rato y compañía, que mal van a acabar en sus dorados retiros llorando por los pobres. En los próximos viernes de Rajoy, ya convertidos en liturgia económica, se rebelará la transubstanciación del verbo del déficit cero y se seguirán ajustando las tuercas del garrote vil de la economía de los pobres. Y así será, si no lo remediamos, hasta que sólo queden bancos y ricos y votantes del PP de media casta sobrados de razones económicas o clase media alta.

El resto, yacerá abandonado en las periferias del sistema o en el descampado filosófico a la espera de las migajas resultantes de lo que un día fuera el Estado de bienestar y que ya va siendo mustio collado de las itálicas famosas de Fabio Rodríguez Zapatero, el hondero entusiasta que confundió el socialismo con la tercera vía neoliberal. Sólo nos quedará la esperanza de Hollande que ha prometido hacer recortes a la política de recortes de Bruselas y sus gazpachos neoliberales, los cuales nos han conducido a la vez a la resistencia activa de la ciudadanía que no se va a dar por derrotada.

Para comenzar, nos quedan los recursos autonómicos que son muchos y plenamente justificados. Para que no nos quiten el pan de cada día de la salud, los servicios sociales y la educación pública, tenemos que lidiar al toro de los viernes de Rajoy con las banderillas de la indignación y la protesta.

Acamparemos en los descampados de las calles y plazas de nuestras ciudades en las que cada día cierran negocios muy particulares mientras en cualquier lugar de nuestra geografía aumenta la apertura de más y más grandes superficies con la intención de vendernos a todos lo que sólo puede comprar esa minoría satisfecha con las ideas neoliberales. Ideas que amparan el derroche y el disfrute de esa minoría enriquecida a nuestra costa y que en breve, además de grandes centros comerciales, dispondrá de casinos fastuosos, como los de Las Vegas. Instalados en desiertos y extrarradios serán la compensación del Estado de bienestar substraído con engaños y mentiras a la ciudadanía.

En tales lugares de ocio, lujo asiático, puterío y ludópatas convictos y confesos los trileros que nos están despojando de los derechos de ciudadanía se gastarán lo que nos han robado. Mientras nosotros, desde los descampados, como el jubilado de la plaza de Valdeolleros, nos cagaremos en todo lo que verdeguea porque nos han robado la dignidad como personas.

* Poeta