La hipocresía consiste en exigir o reclamar del otro o de los demás, de manera constante o esporádicamente a tenor de determinadas circunstancias, virtudes, cualidades, opciones vitales, creencias, sentimientos u opiniones, de las que carece aquel que lo demanda, el hipócrita, que en definitiva no es más que un mentiroso que calla, tanto sus intenciones como su verdadera personalidad, como también un embaucador ruin que se protege con el artificial escudo que configura con tales exigencias para finalmente ocultar sus auténticos o reales intereses, y por tanto, construyendo sobre sí mismo una falsificada apariencia con la que trata de sobreponerse a los que le escuchan o atienden, promocionándose ante ellos como un glorificado y excelso paradigma a imitar, aunque sus proyectos sean engañosos o se encuentren ciertamente alejados de la realidad. En consecuencia, el hipócrita repudia y menoscaba la aplicación en él de los principios y valores que requiere de otros; siendo al fin la hipocresía una de las lacras capitales que afectan e infectan perniciosamente a la sociedad, y que promueve toda clase de injusticias, como las desigualdades sociales, por ejemplo, máxime cuando aquel que se ha erigido como faro que alumbra y guía, como árbol que da sombra, o como techumbre que protege y cobija, es el felón y el hipócrita, y sobretodo cuando en la sociedad cala la idea de que la hipocresía mismamente es algo benéfico que forma parte tan necesaria como consustancial de la condición y el comportamiento del ser humano.

* Licenciado en Derecho.

Doctor ingeniero agrónomo