Después de la tregua que la Semana Santa suele imponer en los debates ciudadanos vuelvo hoy sobre el Palacio de Congresos por ser una cuestión que sigue abierta. Hace un mes escribí aquí del asunto para recordar, por si alguien lo había olvidado, que tenemos un Palacio de Congresos, situado en el meollo monumental, que fue inaugurado hace solo veintiséis años y está totalmente infrautilizado. Y preguntaba entonces por qué plantearse otro nuevo en tiempos de severos recortes como los que sufrimos. Pues bien, la publicación de aquel artículo propició un grato encuentro con Gerardo Olivares James, autor del proyecto de restauración y adaptación del antiguo Hospital de San Sebastián para Palacio de Congresos y Exposiciones. En un largo y dialogado café, en presencia del común amigo Tomás Egea, me reveló el prestigioso arquitecto, plano en mano, cómo su proyecto original contemplaba una sala grande --la existente hoy, con capacidad para 590 personas--, otra mediana y otra más pequeña, como es propio en este tipo de instalaciones, para dar así respuesta a los distintos tamaños de congresos y a sus necesidades de salas de plenos y de comisiones.

Sin embargo, la Junta de Andalucía --a la que la Diputación cedió las instalaciones tras su costosa restauración-- asestó un duro golpe al proyecto original, al segregar parte de las dependencias (pertenecientes al contiguo y pretérito Hospital de Convalecientes de San Francisco de Asís) para instalar la Filmoteca de Andalucía, de tal forma que las salas mediana y pequeña del centro congresual pasaron a ser salas de proyecciones cinematográficas, función que desde entonces mantienen. Fue como desnudar un santo para vestir otro; una mutilación lamentable que lastró y limitó las verdaderas posibilidades del flamante Palacio de Congresos, inaugurado con toda pompa el 31 de mayo de 1986. El boato oficial y los discursos triunfalistas del momento ocultaron el grave defecto de aquella mutilación, que sin duda influiría en la escasa actividad congresual que ha registrado desde entonces. Gerardo Olivares sufrió el mayor disgusto de su vida profesional al ver cómo una precipitada y errónea decisión política estropeaba un proyecto que había sido fruto de profundo estudio y estaba avalado por experiencias como el modélico Palacio de Congresos de Torremolinos, que había proyectado pocos años antes junto con Rafael de la Hoz.

Pero como la necesidad de un buen centro de congresos sigue abierta ¿por qué no considerar la restitución del proyecto original y devolver al Palacio de Congresos y Exposiciones las salas que se le amputaron? La conexión interior con la Filmoteca de Andalucía es suficientemente blanda como para facilitar esa reintegración. Si el complejo congresal recupera las salas segregadas entonces y relanza su oferta desde una gestión eficiente y profesional mejorarán sin duda sus posibilidades de negocio, pues ofrece incuestionables ventajas. ¿Qué palacio de congresos puede hoy presumir en España de estar alojado en un edificio del siglo XVI situado enfrente de un monumento tan universal como la antigua Mezquita de Córdoba, que conserva dependencias como la bellísima capilla gótica o el hermoso patio mudéjar, en vecindad con torres y murallas del antiguo Palacio Califal? ¡Igualito que el pabellón del Parque Joyero, desterrado a una zona industrial del extrarradio! ¿Pero está ciego este buen alcalde y los corifeos que le apoyan desde el sector empresarial?

Una vez restituida la integridad del primitivo proyecto habría que buscarle nuevo acomodo a la Filmoteca de Andalucía, claro, inaugurada en octubre del 89, que tan excelente labor viene desarrollando desde entonces tanto en la recuperación y conservación de fondos fílmicos como en la investigación cinematográfica y la programación de interesantes ciclos de películas, a veces enriquecidos con la presencia de destacados cineastas. Siguiendo el ejemplo de la Filmoteca Nacional de Madrid podría reubicarse en alguno de los céntricos cines o multicines que permanecen cerrados desde hace años, como el Palacio del Cine, el Isabel la Católica o el Alkázar. Con ello Córdoba resolvería, en cierto modo, la lamentable orfandad de cines céntricos que padece actualmente y la Filmoteca mejoraría la asistencia de espectadores a sus interesantes proyecciones, a las que muchos aficionados al séptimo arte no acuden por miedo a la soledad nocturna reinante en el barrio de la Catedral. Dos pájaros de un tiro.

* Periodista