El vino en un barco- (¡Madre mía! ¡Pues sí que empiezo bien!) No, es que estaba pensando lo añejas que resultar ciertas costumbres, modas, usos que en su momento fueron como milagrosa válvula de escape a los conflictos, ¡muchos, muchos!, a las calamidades y privaciones en años de posguerra. Y sí las golondrinas vuelven, y vuelve la primavera y vuelven las dificultades, ¡la dichosa crisis, vaya! Y, claro, si antes la gente se refugiaba en las iglesias, en la mesa camilla, en el porrón, en las canciones... ("era hermoso y rubio como la cerveza..."), hoy día nos quitamos la crisis de encima a golpes de televisión, fútbol y, de vez en cuando, un chute de vacaciones, de platillos de jamón (¿del pelotazo? ¡qué va!!) y, si se presenta, sustanciosa y polémica tertulia sobre los recortes. ¡Ah, bueno, y a propósito de recortes! ¿y una vez que resultemos bonsáis, qué? Porque los tertulianos no creamos nada de nada y los políticos menos. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Recortamos el mundo? Yo creo que sí, que nos queda grande, aunque, pensándolo bien, falta sitio para muchos: ¿qué ha sucedido con los niños rumanos y sus familias? Pues eso, que sus pobres chabolas no cabían en la ciudad y allá que fue la señora grúa y a las dos de la madrugada, ¡cielo raso! y adiós muy buenas. Y no me conteste, señora grúa, que me sé de memoria todito lo que me va a decir, pero son seres humanos, europeos para más inri, y son niños, que lo que más le importaba, en aquellas irreverentes horas y en medio de aquel desastre, era salvar su almohada y su mochila del cole. ¡Cómo cantaba la generación "S"! Hoy nadie canta o tal vez, como enanitos que es a lo que vamos, deberíamos entonar el, "Aitón, aitón, a casa descansar" Que vuelvan las golondrinas, la primavera y que sigan las podas que ahí están las grúas para recortar sobras. ¡Los niños, no, que sigan creciendo, por favor!

*Escritora