La Real Academia de Córdoba escuchó, de nuevo, en su sesión del pasado jueves, con motivo del bicentenario de la Constitución de Cádiz, al catedrático José María Peña. Para sus amigos, Pepe Peña es tan admirado como querido, tan valorado como ensalzado, aunque los cordobeses prodiguen más el aplauso silencioso con ecos en el corazón, que las alabanzas públicas y desaforadas. Intelectual nato, hombre de palabra fácil y lenguaje erudito, presenta siempre los paisajes históricos como si fueran de "ayer mismo", acercándolos y adentrándolos en sus oyentes. Por eso, su conferencia sobre la Constitución de 1812 fue una gozada, un hito de ambientación de aquellos entresijos que movieron los hilos para asentar en Cádiz las bases de la España de los siglos XIX y XX. El conferenciante nos presentó a los cuatro grupos organizados, cuyas posiciones fueron decisivas en aquellos momentos: primero, "los afrancesados", de alto relieve intelectual; segundo, "los reformistas", encabezados por Jovellanos, que muere prematuramente; tercero, los "doceañistas", que tuvieron el acierto de contar con la opinión pública; y cuarto, "los absolutistas", que se llamaron tambien "realistas", con un fuerte calado intelectual y con un gran olfato político. El doctor Peña señaló, junto a las descripciones pormenorizadas de los posicionamientos de cada grupo, uno de los frutos amargos de la Constitución de 1812: el resurgimiento de las dos Españas, que se plasmarían con cuatro guerras civiles. Menos mal que la transición política y la Constitución de 1978 supo aprender de la historia. Sería una pena que, en los albores del XXI, las airadas voces de un partidismo desaforado amenazaran nuestro sistema democrático si se pierden unas elecciones. Olvidan que la esencia de la verdadera democracia reside justamente en la alternancia. Una conferencia inolvidable.

* Periodista