María Luisa Ceballos, que es la presidenta de la Diputación, va a conseguir un hito en su mandato: que se traigan los pueblos a la capital. Dijo el otro día: "Si queremos que Córdoba avance no podemos dejar atrás la agricultura", que suele estar en el campo, donde Porras cría sus pepinos y cojombros gigantes, donde las naranjas de Palma del Río se mueren de frío por su bajo precio y donde las heladas y la falta de lluvias resquebrajan el terreno y los ganados echan en falta los pastos. Pero los políticos, al menos en campaña electoral, tienen la capacidad de obrar milagros y, con ese poder taumatúrgico, han prometido la creación de Agrópolis, la ciudad (polis ) del campo (agro ) en Córdoba. Y con una vestimenta y escenificación acorde con los barbechos, las heladas, los rocíos y los soles de esos andurriales de Dios: una foto en la que una decena de patronos, destacadas personalidades de todos los ámbitos influyentes, que han puesto entre todos 200.000 euros, han decidido traerse el campo a la ciudad --por medio de Agrópolis-- con el objetivo de "coordinar, poner en valor y potenciar todas las actuaciones y recursos relacionados con el sector agroalimentario y de todas las actuaciones empresariales, de investigación, de comercialización, de sostenibilidad y de protección del medio ambiente". Agrópolis estará presidida por el alcalde de Córdoba --o persona en quien delegue-- y contará con un director general, una comisión ejecutiva y un asesor. Claro que el proyecto no lleva implícita una localización en una zona concreta, según el concejal de Agricultura del Ayuntamiento de Córdobas. Así sí. Cuando el campo está en el campo produce tomates, pimientos o naranjas. Cuando se lo traen a la ciudad --como Agrópolis-- lo malean. Por lo pronto no sabe ni dónde para.