En los vagones del metro de Bonn había unos carteles que apremiaban al pago del billete a viajeros "distraídos". Un dibujo mostraba a un ciudadano llevando a cuestas a otro. Se informaba así que la carga económica del no pagano recaía en el que cumple con su deber cívico. He relacionado este anuncio con la deuda millonaria de los clubs de fútbol con Hacienda y la Seguridad Social. Los españoles, incluidos naturalmente los aficionados al fútbol, cumplidores con los requerimientos de la Agencia Tributaria, cargamos en nuestras espaldas --léase en nuestras cartillas de ahorro-- con la deuda futbolística. Si a esto añadimos lo que pagan algunos clubs en fichajes supermillonarios, cuyos importes recaen asimismo en los aficionados, fútbol televisado de pago, publicidad de las "estrellas" para el consumo de lo anunciado, camisetas, etcétera, la conclusión no admite dudas: qué caro nos cuesta el deporte del balón. Pero ¿por qué no se les cobra una deuda que viene de lejos, se preguntara con ingenuidad el ciudadano apremiado con tasas e impuestos? Aparentemente no tiene explicación, pero debe haberla. El sentido común nos sugiere que en la pasión por el fútbol, con adultos comportándose como niños en la defensa del club de sus amores, está la respuesta. Esa actitud frena a los políticos de turno en ser tajantes ante la morosidad. ¿Qué gobierno se ha atrevido a provocar la bancarrota, o bajar de categoría, a los clubs morosos?. Sus fans no lo votarían. Pero es injusto que la deuda siga sobre nuestras espaldas con lo que ya pesa la crisis.

*Periodista