Mucho es lo que se viene hablando y desde hace tiempo de la reactivación de la economía de este país y de Europa. Sin embargo, los brotes verdes, si alguna vez existieron, no cuajan y se marchitan. Los políticos y economistas no encuentran la ansiada y adecuada fórmula para hacer frente a las actuales circunstancias; al contrario, los ciudadanos tenemos la impresión de que vamos a peor (véanse las cifras del paro y las corruptelas, por citar algo) y perdiendo, poco a poco, la esperanza de una pronta recuperación y entrando en un estado de ánimo conformista: si nos bajan el sueldo y nos suben los impuestos, qué vamos a hacer, si la cosa está tan mal, etcétera. Las empresas no reciben préstamos de las entidades financieras y tienen que cerrar, plantear EREs, etcétera. Eso sí, al menos los directivos banqueros dejarán de percibir sueldos millonarios y se quedarán en los 600.000 euros si la entidad ha recibido ayuda pública. ¡Qué pena! Por si no hubiera bastante, esos entes fantasmagóricos conocidos como agencias de calificación de riesgo no cesan de vapulearnos y asustarnos con rebajas de nuestro crédito (Moody's rebajó el español en dos puntos hace unos días, de A1 a A3). Ahora los mercados, que ya no asociamos con la venta de carne y verduras, sacarán tajada a base de especulación. Los que no entendemos de macroeconomía y sólo de finanzas domésticas nos preguntamos dónde está el dinero. También aquí son válidos los principios elementales de conservación de la materia, pues no creo que nadie se dedique a quemar billetes; es decir, el dinero cambia de dueño pero el que hay es el mismo que el que había. Y ¿quién lo tiene? Al final del 2011, en España circulaban más de 50.000 millones de euros en billetes de 500 (un 70% aproximadamente del total de papel circulante); se estima (saberlo es imposible) que entre el 25 y 30% de los emitidos están en España; pero esto es el dato oficialista, vayan a saber los que han llegado de otras zonas y están durmiendo en cajas de zapatos usados, bolsas de basura, cajas fuertes camufladas, o donde la imaginación dicte. Para el bien pensado resulta difícil comprender que se pusieran en circulación unos papelitos de este valor que permite llevar millones de pesetas en el bolsillo de la chaqueta; o quizás, visto lo visto, se debiera comprender con suma facilidad que su puesta en circulación se hizo con toda intención. La verdad es que cuesta trabajo pensar que los señores del BCE sean tan ingenuos; entre otras cosas porque sólo había que mirar a las economías y monedas más destacadas: el yen japonés tiene el papel mayor en 10.000 (unos 97 euros), el dólar USA en 100 (unos 75 euros) y la libra esterlina en 50 (unos 60 euros), pero el franco suizo en 1.000 (unos 800 euros). ¿Entonces? El Gobierno español pretende, como existe en Francia e Italia, limitar los pagos en efectivo a 1.000-3.000 euros para luchar contra el fraude. Otra ingenuidad; se evitará una parte del fraude, pero sólo una parte y si media factura en la transacción. Y digo yo: ¿y si los billetes de 500 euros dejaran de tener validez a partir de una fecha concreta? ¿Y si se imprimieran ya con fecha de caducidad? ¿Y si los billetes de cualquier tamaño llevaran impreso el periodo de validez? Obviamente, debe entenderse que serían canjeables y que algo de amnistía fiscal sería necesaria, y el gobierno saldría ganando. Quienes emiten participaciones de lotería de forma periódica, en Navidad por ejemplo, tienen la precaución de cambiar la forma, tamaño o color de las papeletas. ¿Y si se hiciera lo mismo con los billetes? Seguro que los técnicos del Banco de España o de Hacienda tienen otras soluciones técnicas viables. Bueno, si se quiere. Y seguro también que habría más transparencia, aparecerían billetitos por doquier y, de camino, se les pondría el asunto más difícil a los falsificadores. ¿Alguien lo duda? Tampoco debe dudarse que con ello no se resuelve la crisis pero, como dice el refrán, un grano no hace granero pero ayuda a su compañero.

* Catedrático de la UCO